Itziar Idiazabal es una experta en la adquisición del lenguaje. Por eso defiende 'la riqueza personal, social y cultural' de aprender más de una lengua desde niño. Coordinadora de la Cátedra UNESCO de Patrimonio Lingüístico Mundial, trabaja para sensibilizar y divulgar la cohesión social que fomenta el plurilingüismo. Vicepresidenta de la Asociación para el estudio de la Adquisición del Lenguaje (AEAL) y del Comité Ejecutivo de la International Association for the Study of Child Language (IASCL) entre 1999 y 2002, Idiazabal tacha la reforma educativa del PP de 'pro-franquista' y denuncia que ignora que los niños y niñas de comunidades bilingües obtienen mejores resultados que los de comunidades monolingües. Idiazabal critica además que el modelo centralizador de la educación que plantea el ministro Wert 'no es modelo para nadie'.
¿Qué salud tiene el plurilingüismo en España?
Estamos mejor que en otros sitios. Hay tres lenguas reconocidas en la Constitución a parte de la oficial, pero hay otras lenguas pequeñas que todavía no tiene esa consideración y que la deberían tener, como el aragonés o el astur-leonés. Las comunidades están obligadas a trabajar en este sentido porque el Estado no hace nada e incluso a veces intenta ir en contra de esa diversidad lingüística. Legislativamente hay una base importante, las comunidades han tomado iniciativas eficaces y el Estado transige pero aún no hace la suficiente propaganda ni se siente lo suficientemente orgulloso como se debería sentir. Uno ve la televisión española, tanto la privada como la pública, y no existen las lenguas minoritarias.
¿Cómo se logra sensibilizar sobre la diversidad lingüística si, como dice, el Estado no la fomenta?
Nosotros trabajamos en ese sentido precisamente porque el Estado no lo fomenta y porque en la rutina diaria, incluso en las comunidades con dos lenguas oficiales, la diversidad pasa inadvertida. Hicimos una investigación en 2008 sobre las otras lenguas que se hablan en España, las de la inmigración, e identificamos más de un centenar. Esa riqueza cultural y lingüística pasa desapercibida y no se le ofrece ningún interés.
¿A qué cree que se debe?
Creo que los políticos todavía no se han dado cuenta de la riqueza cultural e intelectual que supone ser plurilingüe. Como los responsables de las políticas no lo han vivido personalmente, es muy difícil que luego lo consideren como algo a ofrecer al resto. Los que tenemos esa experiencia estamos mejor dotados y tenemos que aprovecharlo y ofrecerlo como riqueza para el desarrollo social, personal, cultural y de todo tipo. Si las lenguas se plantean como tareas o cargas, no tenemos nada que hacer. Por una parte, no son cargas, sino una fuente de disfrute, y por otro, no hay medio más directo para generar cohesión social e integración -esas cosas con las que los políticos se llenan la boca- que fomentar la diversidad y la formación plurilingüe.
Otra clave para la sensibilización lingüística es la educación. ¿Cómo valora la nueva reforma que planea el Gobierno?
Es muy negativa. Esta clasificación entre lenguas de una categoría y lenguas de otra, aparte de ser absolutamente acientífica, es educativamente perjudicial. Si seguimos considerando como no troncales las lenguas que necesitan más apoyo, seguiremos potenciando la misma situación desequilibrada de las lenguas y no haremos nada para que las que están en peor situación puedan recuperarse. El miedo que todavía persiste es que las lenguas funcionan como los vasos comunicantes, es decir, que cuando más aprendes de una menos sabes de la otra y eso no funciona así. Es justo lo contrario, cuando más aprendes una lengua, más disponibilidad tienes para aprender la otra. Y eso en la escuela está más que demostrado. Los que hablan bien una lengua son también los que hablan mejor la otra. Tenemos infinidad de datos científicos a nivel internacional que lo demuestran y, sin embargo, las restricciones ideológicas y políticas hacen que todavía le tengamos miedo a eso.
Es una paradoja porque Wert plantea la necesidad de evaluaciones externas cuando las evaluaciones más externas y más fiables, como PISA o la OCDE, que nos sirven como referencia entre comunidades y entre estados, no se tienen en cuenta para nada. Porque en esas evaluaciones está demostrado que en las comunidades con lenguas propias diferentes al español, los resultados de los alumnos en lengua son mejores que en las comunidades monolingües. Por lo tanto, ¿a qué viene la necesidad de insistir más sobre el español? Yo no digo que no haya que enseñarlo. Hay que enseñar las cosas que son absolutamente imprescindibles, como ciertos usos escritos y ortografía, pero el resto se aprende sin tener que ir a la escuela. La escuela no es necesaria para aprender el español en España. En las clases se pierde mucho el tiempo en hacer cosas en español que no sirven para nada. En ese tiempo se pueden hacer otras muchas cosas, como por ejemplo, aprender otras lenguas. La ley Wert es absolutamente retrógrada, no parece que esté hecha en un país que lleva 30 años de tradición enseñando varias lenguas con éxito.
Wert está obsesionado en 'españolizar a los alumnos catalanes'. ¿Qué opina de los modelos de inmersión lingüística?
A los resultados me remito. Cada comunidad bilingüe tiene un sistema diferente. Es paradójico porque cuando en los años 80 en Euskadi implantamos modelos de inmersión para niños castellanohablantes, en Catalunya eso se veía mal. Nosotros lo defendíamos diciendo 'es que si no lo hacemos así, no aprenden euskera'. Nuestros niños no sufren porque se les hable en una lengua que en principio ellos no entienden sino que es objeto de una satisfacción enorme para ellos, para sus padres y para sus abuelos. Esa satisfacción compensa los primeros momentos en los que el niño puede tener un desconcierto. Pero es mínimo porque en absoluto es una situación de riesgo ya que todos los niños castellanohablantes saben que el profesor habla castellano. En los modelos de inmersión tanto en Catalunya como en Euskadi, los niños saben perfectamente que el maestro sabe su lengua, de modo que no hay situación de incomprensión ni de rechazo. El niño sabe además que su lengua, el español, no corre peligro y en ningún momento piensa que su maestro no le va a entender. El niño español tiene el chollo de que su lengua no corre ningún riesgo y está presente en todas partes, por lo que tiene tiempo de aprender la otra. La escuela es absolutamente necesaria para las lenguas maternas o primeras y que la escuela tenga que utilizar la lengua materna es de obligado cumplimiento en el caso de las lenguas minoritarias.
Algunos políticos conservadores se empeñan, sin embargo, en alterar esa realidad diciendo por ejemplo que en Catalunya se persigue el castellano.
Es cuestión de seguir demostrando lo bien que resuelven los estudiantes la situación, lo bien que se hacen bilingües, la capacidad que tiene el sistema de integrar a todos los niños, incluso a los inmigrantes. Es decir, cómo la escuela es mucho más útil que la franquista porque, enseñando la lengua mayoritaria, les enseña también la segunda lengua de la comunidad, hace bilingües a los alumnos. Y el ser bilingüe les permite además ser trilingües. El Estado español, y sobre todo las comunidades bilingües que han hecho que sus estudiantes sean bilingües y trilingües, es un producto que podríamos ofrecer al mundo porque pasa en muy pocos sitios. Es irracional y contrario a la evidencia que en Catalunya los niños sufren porque la escuela les enseñe catalán. Esa batalla está ganada, pero en momentos políticos como los actuales, todo se exagera.
¿Cómo es el modelo lingüístico en el País Vasco?
Es diferente al catalán. Si los padres castellanohablantes no quieren que sus hijos estudien en euskera hay una línea educativa que lo permite. En los años 80 se establecieron tres vías, una de educación íntegramente en euskera, otra íntegramente en español, y otra con el euskera como lengua vehicular pero con la mitad de materias en castellano. En esa época, el 10% de los niños se apuntaban a la primera opción, el 80% a la segunda y otro 10% a la tercera. Hoy en día, eso se ha invertido absolutamente. El 80% elige educación íntegra en euskera o a medias y el resto, el modelo íntegro español. Esta minoría está formada por grupos inmigrantes -un problema al que hay atacar con medidas concretas porque el primer aula de acogida puede convertirse en un gueto- y por los que no quieren que sus hijos estudien en euskera. Éstos antes eran muchos más, pero se ha comprobado que la otra escuela es más efectiva. Enseña mejor y no sólo euskera, sino todas las materias. La demostración de que la escuela en otra lengua no es ninguna catástrofe, sino todo lo contrario porque los resultados obtenidos son mejores, es nuestro argumento fundamental. Eso ha generado que los padres castellanohablantes cuyos hijos estudian en euskera se impliquen más directamente en la educación de sus hijos, lo cual repercute en que esos chavales abandonan menos la escuela porque el índice de abandono escolar en las comunidades bilingües también es menor.
A pesar de esos datos, y al margen de las lenguas, el Estado también quita competencias a las comunidades en la elaboración de los currículos. ¿Qué peligros entraña utilizar la lengua como arma política?
Son las obsesiones centralistas o totalitarias, es pro-franquismo. ¿Qué pueden aportar más desde Madrid que no se haya pensado en las comunidades? ¿Qué modelo educativo tienen en mente que haga favorecer un sistema centralizado cuando el descentralizado ha generado tanta mejora? Ni la centralización ni el apoyo de la lengua mayoritaria ni la consideración menor de las lenguas diferentes a la estatal son positivos. La lengua siempre es política porque en la medida en que es un producto social siempre está sujeta a apreciaciones y valoraciones políticas. Pero la cuestión es ir haciendo política enriquecedora para todos. Se ha demostrado que cuanto más descentralizada es la educación, mejores resultados ofrece. La educación centralizada ya no es modelo para nadie. El centralismo apenas ofrece alternativas. Se trata de defender sin ofender porque cuantas más lenguas se saben y cuanto más se trabajan, más cohesionadas son las sociedades.
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