Centenares de peregrinos españoles están partiendo esta semana para Roma para asistir el domingo 7 al que el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, calificó ayer como 'el gran acontecimiento de la Iglesia, deseado desde hace siglos': la ceremonia de proclamación de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia Universal. De los 35 doctores que tiene la Iglesia Católica en el mundo, sólo había tres españoles. Con San Juan de Ávila serán cuatro, de ahí la trascendencia que las autoridades católicas de nuestro país -dirigidas con mano firme por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela- dan a este acto, que oficiará el Papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
El Gobierno tiene previsto enviar al Vaticano una delegación austera, que encabeza la vicepresidenta y en la que es posible que no se incluya al ministro de Asuntos Exteriores, pues según fuentes de su Departamento, se le acumulan varios viajes en el fin de semana. En este caso, iría el subsecretario con Soraya Sáenz de Santamaría, aunque la delegación aún no está cerrada, confirman en el Ejecutivo, debido a la intensa agenda de los miembros de éste en estos momentos.
La frialdad con que ha sido recibido en el Gobierno este acto tan importante para la CEE no sorprende, sin embargo, a su presidente. Las relaciones entre la Conferencia Episcopal y el Gobierno, entre Rouco y Rajoy, son correctas pero distantes, desde que en 2008 el arzobispo no intercedió por el entonces líder de la oposición ante los ataques del periodista Federico Jiménez Losantos en la Cadena COPE, mayoritariamente propiedad de los obispos españoles. El arzobispo de Madrid fue incluso más allá y se movió internamente para respaldar desde la emisora a la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre en sus movimientos por suceder a Rajoy al frente del PP. En privado, recuerdan los conservadores, Rouco admitió esa preferencia en diversas ocasiones.
Las cúpulas del Ejecutivo y el PP -Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, respectivamente- son partidarias de dar un perfil bajo a sus relaciones con la Conferencia de Rouco, al menos, hasta que éste sea sustituido en 2014. Monseñor ya tiene 76 años y lleva uno de prórroga de su retiro obligatorio, que debería haber sido en 2011. Por su parte, los obispos no han encontrado en el PP tanto apoyo como esperaban: la ley del aborto sigue sin reformar y, cuando se haga, no será derogada, como ellos pidieron expresamente, sino que se quedará en la norma aprobada por el Ejecutivo de Felipe González, según anunció el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.
Por otra parte, Rouco ha mostrado públicamente su malestar por que Rajoy no haya frenado el proyecto de Eurovegas en la Comunidad de Madrid, con todos los 'riesgos' morales que, en su opinión, conlleva un complejo con trazas de alegalidad en temas muy escabrosos para la CEE (juego o prostitución). Cuando se conocieron estas quejas, los conservadores madrileños bromeaban incluso con que a los obispos 'les iba mejor con Zapatero'.
El alcance de la ceremonia vaticana del domingo, con Benedicto XVI al frente, hacía prever en la madrileña calle Añastro (donde está la sede de la CEE) la asistencia de una importante delegación institucional por parte española, equiparable, como mínimo, a la que el 28 de octubre de 2007 asistió a la beatificación de 498 sacerdotes españoles, considerados por la Santa Sede mártires de la persecución religiosa de los republicanos. A pesar de que en esa ocasión, el acto en la Plaza de San Pedro fue oficiado por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, y el Papa Ratzinger sólo salió a decir unas palabras al final.
Entonces gobernaba España el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero -fue cuestionado en sus propias filas por aquel despliegue-, que se esforzó en contentar a Rouco con una amplia delegación presidida por Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores, y que incluía a dirigentes políticos de su Departamento, del Ministerio de Justicia, de la Junta de Andalucía, diputados y senadores del Gobierno y la oposición, entre otros. Si no fue la entonces vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega se debió a una cuestión de protocolo: la ceremonia no la presidía Benedicto XVI, lo que sí obliga ahora a ir a la vicepresidenta a la ceremonia de proclamación del nuevo Doctor de la Iglesia Universal San Juan de Ávila.
El entonces jefe de la Diplomacia convocó, además, una cena repleta de sotanas en la sede de la Embajada española en el Vaticano, que ostentaba Francisco Vázquez. Acudieron cerca de 40 invitados, entre cardenales de la Curia Vaticana, cardenales españoles, obispos y arzobispos españoles en Roma, obispos y arzobispos de la CEE y miembros del Gobierno de Zapatero.
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