No han sido sólo funcionarios. Cerca de 800.000 personas, según los sindicatos, entre los que ha habido estudiantes, jubilados, parados y trabajadores del ámbito privado, han salido a las calles de Madrid para expresar su indignación. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se ha encargado de subir la temperatura social con uno de los mayores hachazos al Estado del Bienestar de nuestra historia. Y el caldero de Madrid ha hervido y rebosado indignación. Tres cuartos de hora antes de la manifestación, decenas miles de personas colapsaban el Paseo del Prado, desde Cibeles hasta Neptuno, y la marea continuaba por la calle Alcalá hasta tocar la Puerta del Sol.
Durante la marcha, las pancartas de los sindicatos se han mezclado con las del 15-M, y éstas con cientos de mensajes en carteles con los que los manifestantes han apuntado directamente al Gobierno. 'Con el PP todos perdemos el tren', se podía leer en uno de ellos, y a su lado otra pancarta apuntaba al sector económico: 'Que la crisis la paguen los especuladores, no nosotros'. La marcha se ha desgañitado con eslóganes como 'Manos arriba, esto es un atraco', 'El próximo parado que sea un diputado', o 'Lo llaman democracia y no lo es', entre constantes pitadas, algunos petardos y bengalas.
'Las cosas no se hacen así, siempre pagamos el pato los mismos, los funcionarios', se queja Roberto, un joven policía nacional que ha salido hoy a la calle para mostrar al Gobierno que no van a aceptar el recorte salarial. 'Es una vergüenza', lamentan David y Belén, sanitarios, antes de resaltar la importancia de protestar en defensa de 'nuestros hijos' y de la sanidad y educación públicas.
'Lucho por los jóvenes, porque si no luchamos van a pasar hambre', asegura un jubilado
Hay mucho por lo que luchar, y eso lo sabe bien Eufeminio, jubilado de 73 años, que cree que es más necesario que nunca salir a la calle. 'No sólo por mí, sino por los que vienen detrás', apunta. 'Aquí sólo tenemos futuro si luchamos. A mí me da igual, porque no me queda mucho, pero lo hago por los jóvenes, tenemos que construir un mundo nuevo con toda nuestra ilusión', añade, convencido de que, si la gente no responde en la calle, 'vamos a pasar hambre'.
En Cibeles, muchos se han acercado a la triple valla que impide a los ciudadanos acercarse al Congreso, y han posado para fotografiarse delante del amplísimo despliegue policial en torno a la Cámara, que ha contado con más de veinte furgones policiales. 'Qué vergüenza, ¿es que vosotros no tenéis hijos?', gritaba un manifestante, dirigiéndose a los agentes. 'Veréis cuando llegue la Navidad', afeaba otro.
Ya en la Puerta del Sol, los escritores Benjamín Prado y Marta Sanz han leído el manifiesto de los convocantes, que han sumado más de mil organizaciones sindicales y sociales, desde Amnistía Internacional o Unesco hasta CCOO o UGT, pasando por asociaciones de mujeres, discapacitados, parados o partidos políticos. 'El Gobierno ha aprobado el mayor paquete que se recuerda en democracia', han comenzado, casi ensordecidos por los silbidos de los presentes.
Los sindicatos denuncian que el Ejecutivo ha pretendido 'criminalizar' a los funcionarios
En el manifiesto, los convocantes han denunciado que el Ejecutivo ha pretendido 'criminalizar' a los funcionarios para después poder atacarlos y recortar sus condiciones laborales, una situación ante la que es necesario dar una 'respuesta social y sindical adecuada', con una movilización sostenida 'hasta que Mariano Rajoy nos escuche'. 'Llueve sobre mojado, recorte tras recorte', pero los sindicatos reivindican que 'existe otra política', según la cual 'deben pagar los que más tienen'. Tras esta frase, los miles de manifestantes congregados en Sol realizaron un sonoro aplauso seguido del grito 'Sí se puede'.
Escuchando el manifiesto, entre los congregados, se encontraba Edurne, de 24 años, estudiante en el último año de Derecho [en la foto a la derecha]. 'Venimos a protestar por estos recortes sociales, pero también porque ya estamos hartos de que siempre se beneficie a los empresarios y banqueros, y nunca a la gente normal', explica. Su amiga Irene, de 23 años, se siente una 'privilegiada'. 'Tengo un buen trabajo, pero la mitad de mis amigas están en Londres trabajando en un McDonalds o en un bar', cuenta. La joven denuncia que 'siempre se recorta a los que menos tienen' y que estas medidas tienen 'un grave impacto a corto plazo y ningún beneficio a largo, al contrario'.
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