Jed Martin, protagonista de El mapa y el territorio, la última novela de Michel Houellebecq, es un pintor y fotógrafo solitario, de los que piensan que 'las relaciones humanas no son gran cosa' y tan perdido en su mundo que no tiene reparos en gritar en medio de una cena en un restaurante cool: '¡Yo me defino, ante todo, como telespectador!'. Todas y cada una de las Nochebuenas, desde hace años, Jed cena con su padre, arquitecto de prestigio y hombre sombrío donde los haya. La novela arranca en una de estas nochebuenas:
-Preparo una exposición personal en primavera -anunció Jed, finalmente-. Bueno, se retrasa un poco. Franz, mi galerista, quisiera un escritor para el catálogo. Ha pensado en Houellebecq.
-¿Michel Houellebecq?
-¿Le conoces? -preguntó Jed, sorprendido. Nunca habría sospechado que su padre pudiera interesarse por alguna forma de producción cultural.
-Hay una pequeña biblioteca en mi residencia; he leído dos novelas suyas. Me parece un buen autor. Es agradable de leer, y tiene una visión de la sociedad bastante acertada. ¿Te ha respondido?
-No, todavía no...
El francés se describe como 'una vieja tortuga enferma' y una suerte de Capitán Haddock
De esta manera, el autor galo más vendido de los últimos años, polémico por sus declaraciones sobre el islam, la mujer y la prostitución, adorado y rechazado a partes iguales por su imagen de intelectual y estrella del rock, hace acto de presencia en su última novela, que en noviembre le valió el premio Goncourt. Lejos de ser un cameo, Houellebecq es casi el coprotagonista de El mapa y el territorio junto a Jed, y la imagen que ofrece de sí no es precisamente benevolente. Es más, en esta suerte de ajuste de cuentas consigo mismo (y con su imagen de escritor huraño, sucio, antipático, excéntrico en suma, que se muestra en todo su esplendor), Houellebecq llega hasta el final, hasta su misma autodestrucción: El mapa y el territorio está dividida en tres partes, la última de las cuales está dedicada a la resolución de un crimen de película: el asesinato de Houellebecq, por lo que parece ser un serial killer.
'Podemos decir que estaba muy solo. Divorciado dos veces, un hijo al que no veía. Hacía más de diez años que no tenía contacto con nadie de su familia. Tampoco relaciones amorosas', dicen los policías encargados de resolver el crimen, que tras hablar con su editora y algunos amigos escritores llegan a una conclusión: 'Tenía muchos enemigos'.
A modo casi premonitorio del drama que está por llegar, El mapa y el territorio se abre con una cita del poeta y noble Charles D'Orléans que no deja espacio para el optimismo: 'El mundo está harto de mí y yo estoy harto de él'. El personaje de Jed Martin refleja la imagen del propio escritor como un espejo, como ya ocurriera con los personajes de sus anteriores novelas. No es algo nuevo: como Houellebecq, Jed tuvo una infancia y adolescencia solitarias, leyendo a Platón, Esquilo y Sófocles, a Balzac, Dickens y Flaubert, a los románticos alemanes y a los novelistas rusos. Su vida también estuvo marcada por la ausencia de la figura materna, que en el caso de Houellebecq le ha costado incluso alguna polémica pública con ella.
El autor de Las partículas elementales se retrata como un tipo fácilmente conquistable con dinero, que vive encerrado en casa ('es lo único que tengo de verdad en mi vida: paredes', suelta el escritor en estas páginas), y que pasa los días en bata y pijama, con manías estúpidas (no come embutido, tiene miedo a cortarse los dedos con el cortador de césped). Como un bebedor de vino incansable, defensor de los burdeles de Tailandia, con fobia a la sociedad y odio profundo a los periodistas. Y con extraños vínculos sentimentales con los objetos como consumidor, como el 'amor apasionado' que mantiene con su adorada parka Camel Legend. Se describe a sí mismo como 'una vieja tortuga enferma' y una suerte de Capitán Haddock, al que tras una copa de vino se arranca con insultos imposibles: '¡Coña de mier! ¡Taberno! ¡Taberno!'.
No hay sexo explícito, sino una crítica honda al mundo del arte contemporáneo
Jed es la mejor arma que tiene el escritor para mirarse a si mismo. Tras su primer encuentro, por ejemplo, Jed aprecia que el escritor hiede. 'Apestaba un poco, pero menos que un cadáver', matiza el protagonista, que llega a la conclusión inmediata de que 'la incapacidad de asearse es uno de los indicios más seguros de la presencia de un estado depresivo'. La higiene doméstica de alguien que reconoce pasar 'la mayoría de los días tumbado; suelo comer en la cama, viendo dibujos animados en la Fox TV' tampoco es especialmente brillante: 'Había pedazos de biscotes y lonchas de mortadela esparcidos por las sábanas, manchadas de vino y con algunas quemaduras', describe Jed.
Un Houellebecq, en definitiva, medio enfermo, comido por la micosis ('en esto se ha convertido mi vida: en una interminable sesión de rascado'), que se ve al final de su vida: 'Mi vida se acaba y estoy decepcionado. No ha sucedido nada de lo que esperaba en mi juventud. Ha habido momentos interesantes, pero siempre difíciles, siempre arrancados al límite de mis fuerzas, nunca he recibido algo como un don y ahora estoy harto, sólo quisiera que todo termine sin sufrimientos excesivos, sin una enfermedad anuladora, sin dolencias'.
En la ficción de la novela su fin no tardará en llegar. Es entonces cuando Houellebecq abandona su habitual 'novela metafísica' para adentrarse, sorpresa, en los terrenos del thriller y la novela negra. A su manera. 'Tanto el hombre [Houellebecq] como el perro habían sido asesinados con ayuda de una Sig Sauer M-45, en los dos casos con una sola bala disparada a quemarropa a la altura del corazón; el arma estaba equipada con un silenciador. Previamente habían sido golpeados con un objeto contundente y alargado, que podía ser un bate de béisbol. Un crimen preciso, llevado a cabo sin violencia inútil. La decapitación y laceración de los cuerpos habían sido efectuadas después. La operación duró poco más de siete horas'.
No hay sexo explícito en esta novela de Houellebecq, aunque sí toneladas de insatisfacción hacia el sexo femenino, consideraciones alrededor de la sociedad de consumo y, de nuevo, alguna defensa de la prostitución. Ya lo dijo en una entrevista a este periódico en 2008: 'El sexo ya no me interesa tanto'. Tampoco grandes tesis sobre la sociedad actual, sino una crítica honda al mundo del arte contemporáneo, el que ha llevado a nombres como Jeff
En su último tercio, la novela se adentra en los terrenos del ‘thriller’ o la novela negra
Koons y Damien Hirst hasta la cima de 'los artistas más ricos del planeta'. Porque 'estamos en un punto en que el éxito en términos comerciales justifica y valida lo que sea, sustituye a todas las teorías, nadie es capaz de ver más allá, absolutamente nadie', escribe. El autor de Plataforma describe los círculos artísticos franceses y todo el trabajo previo al lanzamiento de una exposición: relaciones con la prensa y relaciones sociales, comidas y cenas, agentes y galeristas. Incluye a personajes como su editora, y colegas escritores como Frédéric Beigbeder, 'el Sartre de la década de 2010'.
Como fotógrafo y pintor, Jed no deja de ser un producto más de esta misma época en la que, como opina su padre, 'lo que mejor funciona, lo que empuja a la gente con la mayor violencia a superarse sigue siendo la pura y simple necesidad de dinero'. Houellebecq lo empuja al éxito y lo convierte en artista millonario con una obra creada a partir de fotografías de mapas Michelín, algo que vuelve locos a los críticos de arte. Por supuesto, previo apadrinamiento del artista por parte de la marca de neumáticos, lo que le lleva, de paso, de ruta por algunos hoteles y restaurantes galos sacados de la Guía Michelín, lo que permite a Houellebecq reflexionar sobre en qué se ha convertido la gastronomía y el turismo en el país vecino.
Hirst y Koons también se dejan ver por el El mapa y el territorio, aunque como objeto de un cuadro que mantiene a Jed en vilo, titulado, claro, Damien Hirst y Jeff Koons repartiéndose el mercado del arte. El primero es descrito como un hooligan del Arsenal, brutal y cínico, al estilo 'me cago en vosotros desde la alturas de mi pasta'. El segundo, con apariencia de vendedor de descapotables. Otras obras de Jed son Bill Gates y Steve Jobs conversando sobre el futuro de la informática y Michel Houellebecq, escritor. El escritor galo se incluye así entre las figuras fundamentales y discutibles de los negocios y el arte global.
A Houellebecq se le había resistido el Goncourt, del que fue finalista con Las partículas elementales y La posibilidad de una isla. Según el jurado, que apostó por El mapa y el territorio por mayoría, 'nos decidimos en un minuto y 29 segundos, un récord', según declaró Didier Decoin, el secretario general de la Academia Goncourt. En su opinión, la obra de Houellebecq es 'desigual', pero estamos ante 'un libro formidable, con mucho humanismo, que capta las angustias, los sueños, los delirios de la sociedad contemporánea. Y el Goncourt debe ser un espejo de su tiempo', recalcó el portavoz. 'Admiro a un autor que puede adentrarse en el abismo, como cuando cuenta su propia muerte y describe su cadáver', añadió Decoin.
Para el jurado del Goncourt, es 'un libro que capta las angustias, sueños y delirios de la sociedad'
Muy atrás queda la tímida polémica sobre la decisión del autor de cortar y pegar fragmentos de Wikipedia para esta novela. Los responsables de la enciclopedia consideraron difícil poder acudir a los tribunales, ya que sus entradas están redactadas por los propios lectores, casi siempre de forma colegiada. Por si acaso, en la edición española de El mapa y el territorio, Houellebecq
aclara en la parte final de agradecimientos este uso: 'Doy las gracias también a Wikipedia (https://fr.wikipedia.org) y a sus colaboradores, cuyas notas he utilizado como fuente de inspiración, especialmente las relativas a la mosca doméstica, la ciudad de Beauvais y Frédéric Nihous'.
Arte
'Los fotógrafos exasperaban a Jed, sobre todo los grandes fotógrafos con su pretensión de revelar con sus negativos la verdad de sus modelos; no revelaban absolutamente nada, se limitaban a colocarse delante de ti y activar el motor de la cámara para tomar centenares de instantáneas a la buena ventura, lanzando risitas, y más tarde escogían las menos malas de la serie, así procedían, sin excepción, todos aquellos presuntos grandes fotógrafos. Jed conocía a algunos personalmente y sólo le inspiraban desprecio, los consideraba a todos igual de creativos que un fotomatón'.
'En mi vida he conocido a varios individuos que querían ser artistas y a los que les mantenían sus padres; ninguno consiguió triunfar. Es curioso, podría creerse que la necesidad de expresarse , de dejar huella en el mundo, es una fuerza poderosa; y, sin embargo, por lo general, no basta. Lo que mejor funciona, lo que empuja a la gente con la mayor violencia a superarse sigue siendo la pura y simple necesidad de dinero'.
'Estamos en un punto en que el éxito en términos comerciales justifica y valida lo que sea, sustituye a todas las teorías, nadie es capaz de ver más allá, absolutamente nadie'.
Familia
'Era un buen padre, sus amigos y subordinados consideraban que lo era; hace falta mucho valor siendo viudo para criar solo a un hijo. Jean-Pierre había sido un buen padre los primeros años, ahora lo era un poco menos, pagaba más horas de canguro, cenaba frecuentemente fuera (muy a menudo con clientes, a veces con subordinados, cada vez más esporádicamente con amigos porque el tiempo de la amistad empezaba a declinar para él, lo cierto era que ya no creía que se pudiese tener amigos, que esta relación de amistad pudiera tener verdadera importancia en la vida de un hombre o modificar su destino), regresaba tarde y no intentaba siquiera acostarse con la canguro, lo que sin embargo intentan la mayoría de los hombres; escuchaba el relato de la jornada, sonreía a su hijo, pagaba la tarifa que le pedían. Era el cabeza de una familia descompuesta y no tenía pensado recomponerla'.
Relaciones humanas
'Jed no era joven, hablando con propiedad nunca lo había sido, pero era un ser humano relativamente poco experimentado. En materia de seres humanos sólo conocía a su padre, y tampoco mucho. Esta frecuentación no podía incitarle a un gran optimismo en cuanto a las relaciones humanas. Por lo que había podido observar, la existencia de los hombres se organizaba alrededor del trabajo, que ocupaba la mayor parte de su vida, y se realizaba en organizaciones de dimensión variable. Al final de los años de trabajo se abría un período más breve, marcado por el desarrollo de diversas patologías. Algunos seres humanos, durante el período más activo de su vida, intentaban además asociarse en microagrupaciones, denominadas familias [atentos a las cursivas, que parecen tratar la palabra con asco] cuya finalidad era la reproducción de la especie, pero ... era sólo una ilusión...»
Sexo
'Desde el momento en que se realiza mediante una transacción económica, toda actividad sexual está disculpada y se vuelve inofensiva, y en cierto modo está santificada por la antigua maldición del trabajo'.
'Las flores son sólo órganos sexuales, vaginas abigarradas que adornan la superficie del mundo, entregadas a la lubricidad de los insectos. Los insectos y los hombres, y también otros animales, parecen perseguir un objetivo, sus desplazamientos son rápidos y orientados, mientras que las flores permanecen fijas y deslumbrantes en la luz'.
Trabajo
'¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto de trabajo que ocupa en el proceso de producción'.
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