Los indignados tomaron la calle en Barcelona para lanzar un mensaje a la clase política y al sistema financiero: no están dispuestos a pagar su crisis. El recorrido de la protesta se quedó corto para acoger a la multitud de indignados. Cuando la cabecera de la manifestación llegaba a su destino, en el Pla de Palau, miles de personas aún esperaban en plaza de Catalunya para iniciar la marcha.
El baile de cifras propio de estas concentraciones osciló entre los 275.000 manifestantes -según los miembros del 15-M- y los 50.000 del departamento de Interior. En medio quedaron los cálculos del Ayuntamiento de Barcelona, que cifró la concentración en unas 75.000 personas.
El rechazo explícito a la violencia por parte de los indignados acabó por convencer a barceloneses de todas las edades, que dotaron de un ambiente festivo y familiar la protesta. Un grupo de indignados con chalecos reflectantes se dedicó a concienciar a la gente del carácter pacífico de la manifestación. Incluso al final, cuando algunos indignados querían acceder al Parc de la Ciutadella para protestar ante el Parlament, decenas de miembros del 15-M trataron de disuadirlos para evitar posibles incidentes, puesto que la Conselleria d'Interior, días antes, había prohibido que la marcha finalizara en la Ciutadella. Sin embargo, entre 400 y 500 personas accedieron a las immediaciones del Parlament, donde protagonizaron una sentada pacífica.
La guardia urbana cifra en 75.000 los asistentes y la Generalitat, en 50.000
La manifestación estaba prevista para las 17.00 horas, pero durante toda la jornada hubo actividades en plaza Catalunya, desde talleres de pancartas hasta alguna actuación musical. A primera hora de la tarde, desde los barrios de la capital catalana empezaron a desplazarse las columnas de indignados, que se fueron encontrando, entre abrazos, a medida que se acercaban al centro de la ciudad. Las consignas de la jornada fueron las habituales tras más de un mes de acampadas, caceroladas y concentraciones. 'No hay pan para tanto chorizo' y 'Que no, que no, que no nos representan' se han erigido como los himnos de la movilización. También se entonó L'Estaca, de LluísLlach, aunque muchos la consideraran un poco desfasada. Y cada vez con más fuerza sonó el grito de '¡Puig dimissió!' Tras los distintos choques que se han vivido entre los Mossos d'Esquadra y los indignados, el conseller de Interior, Felip Puig, se ha erigido como blanco principal de todas los abucheos del Movimiento.
La gente salió a la calle para protestar, sobre todo, contra los recortes sociales. A pesar de las demandas de mínimos surgidas de las asambleas, que reclaman una reforma estructural del sistema democrático y financiero, muchos de los manifestantes se centraron en mostrar su rechazo a los planes de ajuste elaborados por la Generalitat y el Gobierno central. 'Que empiecen por recortar los presupuestos del Ejército y de la Iglesia', se quejaba Álex, de 61 años, que acudió desde Sabadell a la manifestación. 'Estamos pagando la crisis económica los de siempre', sentenció, resumiendo así el sentir de la mayoría.
El rechazo explícito a la violencia acabó por seducir a gente de todas las edades
'Me bajaron el sueldo, y pude entenderlo, pero es que encima ahora están preparando despidos', exclamaba Agnès, de 44 años, trabajadora del Servei Català de Metereologia, una empresa pública. También Montse, estudiante de 22 años de Magisterio, lamentó los recortes, en este caso en los presupuestos de las universidades. 'Me perjudican ahora que estoy estudiando, porque reducirán las becas, por ejemplo, y cuando me saque la carrera me encontraré con que hay la mitad de plazas en la escuela pública', se quejó.
Desde el sector público, númerosos trabajadores se adhirieron a la protesta, algunos en agradecimiento a las acciones que los indignados han llevado a cabo durante este último mes en favor de la sanidad, la educación y las prestaciones públicas. Lo mismo sucedió con los empleados de Yamaha, Derbi o Seat, que han recibido el apoyo del 15-M en sus pugnas contra los ERE que preparan sus empresas y que no dudaron en acudir a la concentración.
Pese a que no se leyó ningún manifiesto específico, un trabajador de Telefónica, Josep Bel, fue invitado a explicar la situación que se vive en la empresa multinacional. 'Telefónica consigue más beneficios que nunca, y ahora va a echar a la calle a 6.500 personas', expuso Bel ante la multitud agolpada en el Pla de Palau. El empleado de la empresa de telecomunicaciones denunció que, a pesar de las condiciones precarias de los trabajadores, los directivos de la multinacional cobran 'ocho millones de euros al año'.
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