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Rogge no decía la verdad

JOSÉ MIGUÉLEZ

Madrid quería ganar, durante un buen rato soñó con la victoria, pero perdió. La tumbaron argumentos objetivos de mucho peso. Suramérica no había albergado jamás unos Juegos y la rotación de continentes es una norma no escrita que sigue vigente. Rogge prometió en alto que ese factor ya no influía, pero no contó lo mismo al oído de los miembros del organismo que preside.

Es decir, Madrid llevaba la derrota cosida a la solapa desde el mismo momento en el que presentó oficialmente su candidatura y se animó a vencer la ley de la gravedad olímpica. Aún así, aceptó jugar el partido y lo compitió bien, con entusiasmo. Ofreció un proyecto completo y tangible, ganó terreno por donde le dejaron, fue la más votada en el primer asalto y perdió, con deportividad, en la última ronda.

Estaba en juego un jugoso negocio, pero vivió el proceso, tanto en Copenhague como en las calles de Madrid, con la pasión de un acontecimiento deportivo, coreando cada rival caído como un gol y encajando la derrota con la desolación que provoca perder la final de Copa. España perdió, pero su combate resultó emocionante.

Y aguantó más que Chicago, que sufrió una derrota escandalosa. El COI no sólo no se dejó impresionar por la aparatosidad de la fugaz visita de Obama, sino que contestó su arrogancia con un sonoro voto de castigo.

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