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Dosis a prueba de inflación

El pequeño ‘camello’ que vende la dosis al consumidor final es el último eslabón de la gran cadena del narcotráfico. Con él se cierra un negocio cuya mercancía, curiosamente, mantiene su precio estab

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

Hasta el 1 de enero de 2002, cuando el euro entró en circulación, un gramo de cocaína costaba en España 10.000 pesetas por término medio. Siete años y medio después, esa misma cantidad se vende en las calles a 60 euros. Es decir, al mismo precio. Sin embargo, en ese mismo periodo de tiempo, el Índice de Precios al Consumo (IPC) no ha dejado de subir hasta encarecer la cesta de la compra un 23%. ¿Es la cocaína inmune a la inflación?

Los datos que manejan los expertos policiales parecen confirmarlo, pero no sólo para la cocaína. Así, según los últimos datos del Plan Nacional sobre Drogas, dependiente del Ministerio de Sanidad, el gramo de heroína se vende a 60 euros; el de hachís, a 4,89 euros; la unidad de LSD, a 11 euros; cada anfetamina, a 4,96 euros; el éxtasis, a 10,40 euros cada pastilla... Precios que, como en el caso de la cocaína, han sufrido escasas variaciones en los últimos años. ¿Por qué? 'Cuestión de marketing. Hay que mantener las ventas. Con la actual crisis, incluso, pueden bajar' apuntan algunos expertos.

Al inspector jefe de la Sección 5ª de Estupefaciente de la Jefatura Superior de Policía de Madrid lo que menos le importa, precisamente, es el precio final del dosis. Su trabajo y el de sus hombres es otro: golpear al pequeño traficante, al que deposita la droga en manos del consumidor final. 'Los que combatimos el menudeo incautamos cantidades pequeñas de estupefacientes, pero evitamos mucho', resume orgulloso su trabajo, que difícilmente llegará a los titulares de los periódicos.

Él sabe, mejor que nadie, que la droga se vende en tantos sitios como a uno se le ocurra. En la calle, en domicilios particulares, en bares, en locutorios, en tiendas de todo a un euro... Hay traficantes que siempre acuden al mismo sitio a la misma hora, que tienen clientes fijos a los que, incluso, fían. Otros se lo montan a distancia, por teléfono, sirviendo los pedidos allí donde el cliente lo reclama. Hay camellos que sólo venden una sustancia. Otros, que diversifican su oferta. Los hay ocasionales, que se dedican a financiar su propia toxicomanía. Incluso, los que han descubierto que vendiendo droga completan sus ingresos legales . 'Éstos son cada vez más. ¿La crisis? Tal vez', apunta el agente.

El Ministerio del Interior presentaba el pasado mes de julio el balance de los casi cuatro años de funcionamiento de su Plan contra el menudeo de droga en centros escolares y zonas de ocio: 3.545 personas detenidas, 1.278 puntos de venta desactivados, 6.369 locales de ocio denunciados, 437 kilos de hachís incautados, cerca de 80 de cocaína, 380 de marihuana, más de 27.500 unidades de éxtasis... Unas cifras que explican en gran parte los datos de la también reciente Encuesta Estatal sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (ESTUDES), los cuales reflejaban que, desde 1996, los jóvenes no percibían tantas dificultades como ahora para acceder a la droga.

Más difícil de erradicar son los llamados poblados de la droga, núcleos chabolistas donde acuden a diario muchos toxicómanos para conseguir su dosis. En ello, Madrid sigue siendo un caso paradigmático. A lo largo de los años, estos focos han ido cambiando de lugar en la capital según se cerraban asentamientos chabolistas. La Celsa, La Rosilla, Las Barranquillas... hasta desembocar en el La Cañada, el que es para muchos responsables policiales el principal mercado al por menor de droga de España, además del principal foco de delincuencia.

Los policías calculan que sólo en 62 de sus casas, que tienen el cartel de abierto las 24 horas del día, se vende gran parte de la droga que se consume en la Comunidad de Madrid. Casas de apariencia marginales, pero que son auténticos búnker donde a la Policía les es muy difícil acceder para detener a los traficantes con las manos en la masa. Eso sí, cuando los agentes lo consiguen, la escena que encuentran es casi la misma siempre: 'Una mesa con una pequeña balanza y la mercancía, cordeles y trozos de bolsas de plástico para dividir la droga en dosis, un cubo de plástico con varios miles de euros y un brasero donde echar la droga en caso de redada', repite el inpsector jefe de la Sección 5ª de estupefacientes casi como una letanía de algo mil veces visto.

Es también en este escalón del tráfico donde la droga sufre más cortes (adulteraciones). Polvo de talco, cafeina, suero oral en polvo, yeso... mil y un productos que aligeran la pureza de algunas drogas y engordan el bolsillo de los camellos. 'Todo depende de la avaricia del que vende o cómo quiera cuidar su negocio', añade este policía, quien pone un ejemplo: 'se puede encontrar coca al 60%, muy pura, o al 30%'.

Unos porcentajes que no difieren mucho de los arrojados por un reciente estudio realizado en Euskadi por la Asociación de Usuarios de Drogas Ai Laket con financiación del Gobierno vasco. Según el análisis de muestras tomadas entre los años 2000 y 2008, la cocaína, que en la actualidad se vende en esta comunidad tiene una pureza media del 62%, un porcentaje 16 puntos inferior que ocho años antes. Peor es la situación de la heroína. Una de las dosis estudiada no llegaba ni al 3%. El resto era paracetamol, cafeína y celulosa.

'Lo importantes es no crear sensación de impunidad para que no haya nuevos vendedores'. Quien habla así es el comisario jefe de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de Madrid. Veterano policía, ha detenido a tantos camellos que tiene bien claro las razones que mueven a éstos: 'Al negocio del menudeo llega cualquiera. Es una manera de conseguir dinero fácil, que no requiere mucha inversión y en la que es fácil conseguir clientes. En lo que no piensan es que también son el eslabón débil de la cadena, el que tiene más cerca la cárcel'. En esto le da la razón las estadísticas de Instituciones Penitenciarias: de los aproximadamente 57.000 presos juzgados y condenados que se encuentran recluidos actualmente en las cárceles españolas, más de 15.000 lo son, precisamente, por tráfico de drogas, la mayoría por menudeo.

 

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