Catorce años después del fin de la guerra que dejó casi 100.000 muertos, Bosnia Herzegovina no ha terminado de enterrar a sus víctimas. Los restos de 534 bosnios musulmanes asesinados en Srebrenica en 1995 recibieron ayer sepultura, cuando se conmemora la masacre cometida en el enclave bosnio que había sido declarado zona segura por la ONU.
Unas 30.000 personas llegadas desde distintos puntos del país y del extranjero asistieron al acto en Potocari, oficiado por el máximo jerarca de la comunidad islámica de Bosnia, Mustafa Ceric. El alcalde de Srebrenica, el musulmán Osman Suljic, declaró que esta ciudad 'es una mancha oscura de la Humanidad'.
Ya son 8.372 las tumbas erigidas en el cementerio de Potocari, junto a la antigua fábrica de baterías de vehículos donde, hace 14 años, se refugiaron miles de musulmanes que huían de las tropas del general serbobosnio Ratko Mladic. El contingente holandés de la ONU mantuvo allí a las mujeres, que se despidieron de sus hijos, maridos y padres sabiendo que los serbios se los llevaban para ejecutarlos en escuelas, instalaciones deportivas y bosques cercanos.
Pocos vuelven del exilio
Mejra Djogaz enterraba ayer a dos de sus hijos. Los restos del tercero siguen desaparecidos. También perdió a su marido, a su padre y a un nieto en esos tres días de julio.
Pocos bosnios regresan a Srebrenica del exilio al que marcharon tras la masacre. Alegan que los asesinos siguen sueltos en esta población. 'Si sé que el jefe de la Policía de mi pueblo es un criminal serbobosnio, ¿cómo voy a volver?', se indigna Zumra Sehomerovic. 'Algunos ya están propagando el odio otra vez', añade Sehomerovic, que admite que ha perdido la confianza en el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, que juzga en La Haya lo ocurrido en la guerra.
Un memorial en recuerdo de las víctimas recibe visitas de todo el mundo en la fábrica abandonada de Potocari, pero los alumnos de las escuelas serbias del municipio no han visitado nunca el lugar. En clase, sobre todo de Historia, no aprenden lo mismo que los niños croatas y musulmanes. 'Ni en Suráfrica escuentras hoy en día escuelas segregadas. La segregación es una desgracia y una humillación para todos los que vivimos en Bosnia y Herzegovina', sentencia Haris Silazjzi, representante bosnio musulmán en la jefatura de Estado, que comparte con un serbio y un croata.
La retórica nacionalista prospera. Un informe reciente de la organización International Crisis Group (ICG) señala: 'La tensión es elevada en Bosnia Herzegovina, donde los líderes están poniendo en cuestión más abiertamente que nunca el Acuerdo de Paz de Dayton de 1995', un tratado que dividió el país en dos entidades territoriales la Federación de Bosnia Herzegovina y la República Srpska y tres etnias: croatas, bosnios y serbios.
El primer ministro de la República Srpska, Milorad Dodik, desafía con descaro el orden de Dayton para asegurarse votos y exige el derecho a un referéndum sobre la independencia de la república. Por su parte, Silazjzi pide la abolición de la República Srpska y la creación de un estado centralizado. 'Nigún objetivo tiene posibilidad de materializarse, pero los argumentos radicales permiten a ambas partes evitar llegar a un compromiso', apunta ICG.
'En Belgrado está claro quiénes son los buenos y los malos, pero aquí todo es gris', admite con algo de cinismo un alto diplomático europeo. Mientras en Kosovo la OTAN reduce sus tropas, en Bosnia se mantienen los 2.016 efectivos de la misión EUFOR, entre ellos 323 españoles.
Pero Dayton está lejos de las preocupaciones de las mujeres de Srebrenica, que reciben siempre con incredulidad la noticia de una muerte. Nunca se lo acaban de creer, tanto si se trata de un verdugo como de un familiar. Hatidza Mehmedovic, por ejemplo, confiesa que no se cree que el ex presidente serbio Slobodan Milosevic esté muerto. 'Lo enterraron, pero nadie abrió el ataúd', dice. Mehmedovic reaccionó igual cuando la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas (ICMP en inglés) le presentó pruebas científicas que confirmaban la muerte de un familiar, una escena que se ha repetido 12.502 veces desde el fin de la guerra.
La ICMP es el mayor centro de identificación de desaparecidos en guerras y catástrofes. En Tuzla tiene una oficina, con 170 trabajadores, que se ocupa sólo de las víctimas de Srebrenica. Unas 3.000 bolsas azules de plástico con los restos de hombres y adolescentes asesinados se conservan en un almacén refrigerado.
'Hemos identificado al 50% de los desaparecidos que fueron recuperados. Es la primera vez que se hace un trabajo sistemático de estas dimensiones', explica la portavoz de la ICMP, Jasmina Mameledzija. 'Cuando es posible, enseñamos a los familiares trozos de ropa o efectos personales. El ADN es algo muy frío, y los familiares no quieren creer que una persona esté muerta', añade.
En muy pocos casos se encuentran los restos completos de un cadáver. Los responsables de las matanzas los desenterraron para repartirlos en fosas más pequeñas y encubrir así las masacres. Una vez identificados unos restos, los familiares tienen que decidir si los entierran o esperan a que se encuentre el cadáver entero. Pocas de las nuevas tumbas de Potocari sepultan restos completos.
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