“Esto es como la novela Diez negritos, de Agatha Christie, en la que van cargándose a todos hasta que, al final, sólo queda uno”. De esta forma ilustra un dirigente del PP la situación que vive su partido. A su juicio –compartido por otros compañeros–, existe “una auténtica convulsión interna” y nadie sabe en qué puede acabar la investigación abierta por Baltasar Garzón y la presunta trama de espionaje y corrupción de la Comunidad de Madrid.
Algunos miembros del PP consultados por Público coinciden en señalar que si Esperanza Aguirre y Francisco Camps quedan “tocados” y Rajoy “se tambalea”, quizá Alberto Ruiz-Gallardón sea el único que sobreviva. “Aquí siempre se ha comentado que Gallardón sólo se podría hacer con las riendas si estuviéramos ante una situación catastrófica. Hemos llegado a ese punto y él juega con esa baza. En el momento menos pensado puede levantar la cabeza y decir aquí estoy yo”, explica un diputado.
Pero, por el momento, el alcalde de Madrid más bien la esconde. Gallardón permanece callado, esquivando a los medios. Sólo cuando se supo que su mano derecha, Manuel Cobo, había sido espiado –el próximo miércoles hará cuatro semanas de eso– el regidor se pronunció en el programa de TVE 59 segundos.
Durante su intervención fue contundente. Aquello era el comienzo de la crisis, la revelación de los primeros seguimientos a cargos del PP. Juzgó los hechos como “muy graves” y avaló las informaciones de El País que situaban la autoría del espionaje en la Consejería de Interior, que dirige Francisco Granados.
Dolió mucho ese 59 segundos en el Gobierno regional. “Fuimos muchos los que comentamos la imprudencia de Alberto dando por buenas esas noticias”, señala un dirigente del PP madrileño, coto exclusivo de la presidenta. Aguirre y su número dos, Ignacio González, amenazaron de inmediato al regidor con llevarle a los tribunales si no reculaba.
Gallardón respondió con el silencio. Ni tocó el tema cuando coincidió con la presidenta en un acto en Fitur el 29 de enero y ésta le pidió que diera marcha atrás. No lo hizo. Horas antes, en la sede de la Alcaldía, había anunciado que mientras durara la investigación, se abstendría de hacer valoraciones. “El caso está en manos de los jueces”, repitió.
Aguirre no le perdona que no se desdijera y ya le ha devuelto el golpe: permitirá que en la comisión de investigación abierta en la Asamblea de Madrid se hable de la supuesta existencia de un cuerpo parapolicial en el Ayuntamiento. Y lo más probable es que el PP le llame a comparecer. A Gallardón “no le preocupa”, dicen los suyos. Creen que se trata de una “cortina de humo” y se remiten a lo que ha repetido hasta la saciedad: que “jamás” habría creado una unidad similar.
Pero el partido pasó del espionaje al caso Gürtel, que erosiona aún más al Ejecutivo madrileño, toca de lleno al Gobierno valenciano y arrastra a la cúpula del PP. Y Gallardón, ni una palabra. El martes, los periodistas le preguntaron en Bruselas, donde se encontraba en un acto sobre el cambio climático. Él salió corriendo.
Esa actitud levanta suspicacias. Algunos en el partido señalan maliciosamente que le ven “muy alegre”. Añaden que si hubiera firmado un pacto secreto con Aznar –algo que los entornos de ambos desmienten– desde luego sería “una alianza invencible”. Otros, en cambio, no lo ven “frotándose las manos” y creen que es más “un juicio externo que interno”. Además, defienden que aunque el momento sea difícil para Aguirre y Camps, estos no perderán su “capacidad de influencia” ni dejarán de ser “elementos fundamentales a la hora de tomar decisiones”.
Los colaboradores de Gallardón apuntan que en tiempos revueltos “lo mejor es mantenerse al margen” y juzgan mejor ser “prudentes”. Pero, precisamente por esta actitud, algunos ya han comenzado a “recelar” de él y se preguntan si no quiere intervenir para que no le salpique nada de esta trama o si lo hace esperando que todos “se maten”.
También desde su equipo saben que “haga lo que haga” le va a perjudicar. “Si se pronuncia, le llueven las críticas, y si no lo hace es porque está muy interesado en que todo funcione mal”, comentan. Además, consideran que la derecha mediática, que le tiene como blanco, está deseando que “se moje” para echársele encima a degüello. “Y no les dará ese placer”, sentencian.
En el PP de Madrid se niegan a ver a Gallardón como el vencedor de la tormenta interna: “Se cuestiona a Rajoy, a Aguirre y a Camps. Y el alcalde, el elemento que falta en esta terna de posibles competidores por la sucesión, parece inquebrantable. Pero no es así”.
“Queda mucho tiempo”, señalan desde el PP regional. “La presidenta puede errar, pero es honesta y cuando ha habido sospechas, ha cortado por lo sano, algo que no ha sido lo suficientemente valorado”, sostiene un aguirrista. Lo ilustra con las dimisiones, el pasado lunes, del consejero de Deportes, Alberto López Viejo; del alcalde de Boadilla, Arturo González Panero, y del ex regidor de Majadahonda, Guillermo Ortega. “Haga lo que haga, nunca gana”, se lamenta.
En la Comunidad insisten en que pese a que el nombre de Gallardón y de sus hombres de confianza no se ha puesto en tela de juicio, su imagen dentro del partido, que es el que tendría que apoyarle de cara a un congreso nacional, está tocada desde la misma semana en que se destapó la presunta trama de espionaje.
¿Pero no se había quedado quieto, al margen? “Es puro instinto de supervivencia”, señala un integrante del equipo de la presidenta. ¿A qué obedece? Los aguirristas no tienen dudas: “Ahora está centrado en las citas electorales, a la espera de los acontecimientos internos que de ellas se generen. No quiere dar mucho que hablar, estar en el disparadero. El que no está en la batalla no sale quemado. Eso que se lleva”.
En el PP madrileño aportan otra razón para no dar por muerta a Aguirre: la división del partido en la Comunidad entre vencedores –el alcalde– y vencidos –la presidenta– sólo se percibe en la capital. “En otras comunidades, la gente está harta de la guerra en Madrid y, sin diferenciar entre ellos, ven que el gran perjudicado es el partido”, explica un diputado. No obstante, no oculta que en esta batalla Gallardón lleva ahora la delantera. “Las dos personas más cercanas a Esperanza, Nacho González y Paco Granados, están en entredicho. Del equipo del alcalde no se ha señalado a nadie. Es su ventaja”, explica la misma fuente. “En esta pelea de gallos, Aguirre ha perdido más plumas”.
¿Dónde queda el presidente del PP en esta contienda? Cuando saltó el caso del espionaje, tras vacilar, se situó contra Aguirre. En cuanto ésta accedió a activar una comisión en la Asamblea, suspendió las diligencias internas. Luego, con el estallido de la operación Gürtel, pareció noqueado, a la defensiva. Pero un segundo después de que El Mundo le sirviera la noticia de la cacería que compartieron Garzón y el ministro Mariano Fernández Bermejo, Rajoy contraatacó. El partido podía quedar “roto”. Por eso se presentó como “víctima”, desató la cruzada contra el juez y denunció la campaña de “acoso y derribo” orquestada por el PSOE.
La montería fue uno de los detonantes. No el único. En el PP indican que le afectó que la trama señalara a Camps, y también que apareciera el nombre de José Luis Ulibarri, presidente de un holding con tentáculos en el País Valenciano y Castilla y León. Garzón, en su auto, habla de “dádivas y sobornos” a autoridades públicas en Madrid y Valencia. El escándalo se extendía. “Una cosa es que tengas averías sólo en Madrid, donde puedes nombrar una gestora y, más o menos, seguir adelante. Pero si empiezan a estallar fuegos por todos sitios y en comunidades del PP, la situación es más difícil de manejar”, cuenta un dirigente territorial.
El equipo de Rajoy afirma que el líder “sabe muy bien lo que hace”. Pero hay otros dirigentes que temen que, a la larga, la línea ofensiva traiga más problemas. Piensan que Rajoy “ha vinculado su liderazgo al resultado de la investigación”, embarcándose en una operación de “muchísimo riesgo”.
1. El lugar del alcalde // El 11 de febrero, Rajoy se lanzó a la ofensiva y compareció con todos los cuadros del PP a su espalda. Gallardón se situó muy cerca de él. Muestra, dicen los cercanos al alcalde, de su apoyo al líder.
2. “Alivio” en algunos... // La mayoría del PP cree que el presidente hizo muy bien en aceptar el consejo de Rita Barberá y rodearse del Comité Ejecutivo. Los dirigentes se confesaban “aliviados”: Rajoy ejercía por fin su liderazgo, se había producido “una catarsis”. Muchos sentían que en los últimos meses cada uno iba a lo suyo y él no luchaba por controlar la situación. Ese día, en cambio, la cúpula vio en Rajoy indicios de que se hacía cargo de la nave.
3... Y críticas en otros // Otros cuadros muestran sus reservas. “Fue un error: exhibió que no era fuerte por sí mismo”, alega uno. Otro miembro del PP confiesa que cuando le vio por televisión tuvo la impresión de asistir a la crónica de una muerte anunciada: “Las caras de funeral de todos los que acompañaban contribuyó a ese efecto”, destaca.
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