Emilio Pérez Touriño llegó a la presidencia de la Xunta de Galicia surfeando la ola de '¡nunca máis!', un grito dual que algunos identifican con un pasado de resignación fatalista que 'espero sea ya sólo historia' y otros con 'la viveza y dinamismo de una sociedad' que el aspirante socialista a la reelección como presidente de la Xunta de Galicia quiere consolidar con un segundo mandato.
Su partido lo ha proclamado hoy oficialmente candidato, el PP ya ha hecho lo propio con Alberto Núñez Feijóo y el BNG con Anxo Quintana para unos comicios que 'serán en marzo', seguramente el primer domingo, día 1. Su objetivo declarado es ampliar la fuerza parlamentaria del PSG 25 escaños frente a los 37 del PP, que otorgan sólo un escaño de ventaja a su coalición con el BNG, que tiene 13 para gobernar 'con las menores dependencias posibles'.
«Es bueno que siga habiendo un gobierno de coalición, pero quiero tener mayor fuerza»
En agosto se planteó la posibilidad de un adelanto y el momento parecía más propicio para sus intereses electorales...
Dije que no jugaría con adelantos electorales. Yo firmé un contrato para presidir un gobierno durante cuatro años y lo quiero cumplir, más cuando estamos en un momento de crisis. Adelantar las elecciones hubiera impedido aprobar los Presupuestos para 2009 y habría supuesto una pérdida de intensidad de la respuesta en un momento crucial. Es la obligación del presidente pensar en su país, no en cálculos electorales. No ha entrado nunca en mi cálculo nada más que Galicia y por encima de todo Galicia. Seguirá siendo siempre así. A partir de la aprobación de los Presupuestos, el día 17, se abrirá todo el proceso para las elecciones, que serán en marzo porque es bueno que no coincidan con otras de ámbito general (las europeas serán en junio), en las que los asuntos de Galicia podrían quedar relegados a un segundo plano.
Habla de preservar la singularidad de las elecciones en Galicia, pero inevitablemente habrá algún solapamiento de campaña o precampaña con los comicios en Euskadi. ¿Teme una cierta contaminación?
«Es un escándalo que el PP pretenda utilizar Galicia para reconquistar Moncloa»
No. En este caso se trata de espacios claramente diferenciados. Puede haber tentaciones, que veo más en la derecha, de hacer de Galicia un peldaño en la contienda general. De hecho, cuando el PP proclamó a su candidato, el titular era que Galicia es el primer paso para reconquistar La Moncloa. Más allá de lo desafortunado del término, porque este país no necesita reconquista alguna, de un lado ni de otro, me parece de escándalo utilizar Galicia como palanca o plataforma para otra finalidad.
Pero convendrá en que, siendo las primeras elecciones después de las generales y Galicia la patria chica del líder de la oposición, ¿lo que pase tendrá también una lectura nacional?
Siempre la tiene. No voy a negar que se puedan hacer lecturas más generales, pero soy de los que tienen la convicción de que el electorado vota en función de cada convocatoria.
«Galicia necesita que el Partido Popular retome el camino de la galleguización»
¿Y si el PP intenta que sean convertirlas en una suerte de plebiscito sobre Rajoy?
Si se tratara de plebiscitos, el señor Rajoy ya ha tenido muy malos resultados en su circunscripción de origen, en Pontevedra. A pesar de ello, está al frente de la oposición. Mi preocupación, como gallego y como presidente de la Xunta, es que podamos hacer un buen debate de proyecto de país. Sería malo para la democracia, para la autonomía y para España que las elecciones se vieran condicionadas por otros ámbitos de decisión. Ya llegará el momento de las generales y de penalizar o no al señor Rajoy.
Hablábamos de las elecciones vascas. Con su experiencia de esta legislatura, ¿aconsejaría a sus compañeros de Euskadi gobernar con fuerzas nacionalistas?
«El nuevo Estatuto de autonomía, como la lengua, o es de todos o no podrá ser»
No voy a dar consejos a nadie. Nada mejor que lo que nace desde abajo y se construye sobre el enraizamiento en la realidad. Serán los vascos los que tengan que encontrar su camino. Pero sí puedo decir que si hay algún espacio territorial necesitado de reforzar la convivencia y los lazos de estabilidad y de unidad, es el País Vasco. Esa es la gran aportación que hará el PSE. Patxi López tiene clara la hoja de ruta y pasa por una voluntad de encuentro. ¿Con quiénes y cómo? La fórmula política concreta la darán los ciudadanos con su voto. Tendrá que articularse una mayoría suficientemente sólida y podría ser el momento para un lendakari socialista.
¿Qué balance hace del gobierno de coalición con el BNG?
Ha tenido un efecto positivo general que a veces no se valora. Cuando asumí la presidencia había dos grandes incertidumbres: la sucesión de un presidente que lo fue todo y marcó la historia de Galicia, y empezar una experiencia de gobierno en un país acostumbrado a las mayorías absolutas. Mucha gente dudaba. Cuatro años después, la presencia del anterior presidente (Manuel Fraga) es un dato del pasado y hemos dado con una fórmula que ha aportado estabilidad, una nueva forma de gobernar y vitalidad a la sociedad gallega. Eso es un éxito de país, de un país democráticamente maduro. Este Gobierno es el que ha tenido más capacidad de iniciativa legislativa en la historia de la comunidad, no ha perdido ninguna votación en el Parlamento y no ha tenido ninguna crisis en su composición. Mi valoración es positiva más allá de que la cultura de coalición hay que ir creándola cada día y requiere de un notorio esfuerzo de entendimiento porque hace convivir dos prácticas políticas muy diferentes.
¿Se plantea revisar las condiciones del pacto?
Yo voy a pedir a los gallegos la mayor fuerza y capacidad. ¿Eso quiere decir que no la he tenido? No, pero aspiro a tener más para impulsar un nuevo periodo de cambio. Galicia necesita un nuevo impulso, un mayor ritmo. Quiero construir un país en red, en el que nadie se sienta excluido.
Pero, a la vista de estos años, ¿cree necesario revisar el pacto?
El pacto se ha caracterizado por la transparencia y no ha habido ninguna disfunción importante. Estos años nos han permitido aprender bastante. Cuando hemos tenido alguna discrepancia, nos hemos preguntado cuál era nuestro compromiso con los electores y eso es lo que ha marcado nuestra actuación. No veo grandes elementos del pacto que necesiten de una revisión. Obviamente, aspiro a tener la mayor capacidad para desarrollar el proyecto con las menores dependencias posibles, pero no desde una visión negativa de la coalición, que creo que es positiva. Incluso creo que es bueno que siga habiendo un Gobierno de coalición.
Las informaciones sobre las reformas en el Área de Presidencia y la compra de un segundo vehículo para el presidente han sembrado una sospecha de despilfarro. ¿Le preocupa?
Si algo ha hecho este Gobierno es introducir transparencia. Sí me preocupa que, aunque haya sido de manera torticera, se pretenda dañar la imagen de austeridad de un presidente al que no se verá en comedores de cinco ni de cuatro estrellas, ni viajando en business o en primera, y que sigue haciendo su vida como antes, salvo en lo que tiene que ver con la seguridad, que es algo que me viene impuesto. Si se tomó la decisión de cambiar un coche por kilometraje y tiene una carga de seguridad, me imagino que será la misma que tienen los demás presidentes. Sigo teniendo el mismo número de coches, que son dos, que tenía el anterior presidente y con el mismo nivel de seguridad. El tema de los despachos es el colmo, porque yo estoy en la residencia de Monte Pío que hizo el anterior presidente y en la zona administrativa de San Caetano, donde están todas las consellerías, lo que se ha hecho ha sido poner al día, por razones de seguridad básicamente, toda la zona central que afecta a tres plantas del edificio y en la que el despacho del presidente es algo minúsculo y, por cierto, de tamaño y características bastante inferiores al de los conselleiros.
Su programa incluía reformar el Estatuto, pero no se ha hecho. ¿Por qué y para cuándo?
No ha sido posible porque la legislatura ha estado muy marcada por la posición de confrontación dura de la derecha. A esa actitud de pie en pared ha jugado el PP en Galicia con absoluta determinación. En el tramo final, cuando la ponencia ya había avanzado muchísimo, optó por cerrar caminos, así que la reforma es algo que depende básicamente de estas elecciones y espero que el PP reflexione. Galicia necesita que el PP retome el camino de la galleguización y abandone su dependencia mecánica de Madrid. La autonomía necesita autonomía de decisión. Negarle la capacidad de adaptar su Estatuto, como han hecho otras comunidades, es un flaco favor a Galicia. Será necesario un ejercicio de centralidad, que yo he tratado de hacer. El Estatuto no se puede imponer, ni desde un lado ni desde el otro. En el Estatuto, como en la lengua, hay que buscar la cohesión y la unidad. O es de todos o no podrá ser. No se puede demonizar al nacionalismo ni a la derecha. Necesitamos un compromiso más integral y un Estatuto que no deje a Galicia por debajo de otros en competencias.
¿Es de los que creen que hay que cerrar ya el modelo autonómico o que la revisión permanente forma parte de su propia naturaleza?
La naturaleza del Estado autonómico es dinámica y abierta en sí misma, pero hay pocos márgenes para la evolución. España es en la práctica un Estado cuasi federal, con una descentralización política incluso superior a la de los Estados federales. Lo que nos falta no es más autonomía, más competencias. Podemos mejorar aún un poco la descentralización, pero no hay mucho más camino. El dibujo fundamental ya está y donde queda más trecho por recorrer es en la coordinación.
¿Apoya entonces la propuesta del presidente de Extremadura para crear un foro de los gobiernos autonómicos?
La idea no es mala, pero no se puede obviar al Gobierno central. Tenemos que buscar espacios de entendimiento y mecanismos de coordinación. Ese es el camino mayor a recorrer, no el de más redistribución de competencias, que es un discurso exclusivamente nacionalista y que no sabemos a dónde quiere llegar. Lo que sí sabemos es lo que quiere la mayoría de los españoles: la unidad y cohesión del Estado en términos democráticos y sociales, la igualdad real de oportunidades y la mayor descentralización política posible. El modelo está en la Constitución.
Hablando de esos mecanismos, el año pasará sin que se haya celebrado la Conferencia de presidentes ni el debate autonómico en el Senado. ¿Es un desprecio del Gobierno?
No, en ningún caso. El Gobierno de Zapatero ha dado un impulso profundo al reconocimiento de la España autonómica. Si se me pregunta en este momento si es necesaria la reforma de la Constitución y del Senado, diría que sí, sin ninguna duda. Una reforma acotada. Pero también tengo claro cuál es mi prioridad: el desempleo, y ahí tenemos que concentrar todos los esfuerzos. Resultaría incomprensible que nos pusiéramos ahora a reabrir otros asuntos que no están en el primer plano de preocupación de los ciudadanos.
¿La crisis justificaría una demora o, por el contrario, una aceleración de la revisión del sistema de financiación?
Las comunidades autónomas somos sobre todo y ante todo las prestadoras de los servicios públicos. Algo más de 6 de cada 10 euros de los Presupuestos que vamos a aprobar en Galicia son para gastos sociales. Eso consume casi todo y tenemos problemas serios de recursos. Una de las pocas cosas en las que estamos todos de acuerdo es en que es necesario revisar el modelo. Es difícil que en una situación de crisis nos pongamos todos de acuerdo, pero no podemos aplazarlo. Tiene que seguir sirviendo para mejorar la financiación de todas las comunidades en términos per cápita y tiene que mantenerse un elevado grado de cohesión y solidaridad porque no puede permitirse que crezca la desigualdad dentro del territorio.
¿Para cuando el AVE a Galicia?
Yo trabajo con un objetivo, con el que se ha comprometido el presidente del Gobierno: 2012. Es una referencia muy ambiciosa, pero no quiero dar un solo paso atrás en esa fecha. Si dejáramos de plantearnos ese objetivo, llegaría mucho más tarde. Galicia necesita perder su condición periférica y eso se llama, entre otras cosas, el AVE.
¿Dos mandatos son suficientes?
Los cambios siempre necesitan un tiempo de recorrido, de impulso y de continuidad. No sé si son ocho o doce años. Creo que es bueno no eternizarse, pero cada caso es diferente. Hay que tener siempre presente, eso sí, que uno está en un cargo que no es vitalicio, que son los ciudadanos los que te ponen y te quitan.
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