La supervivencia de una única especie del género Homo en el mundo moderno es todavía un enigma. El último de los parientes humanos del Homo sapiens en desaparecer fue el neandertal, con la posible excepción, aún controvertida, del pequeño Homo floresiensis u Hombre de Flores. Durante años se explicó la extinción del europeo Homo neanderthalensis como la derrota ante una especie más inteligente que pisaba fuerte desde el este.
En los últimos años, muchas de estas presuntas barreras entre ambas especies se han derribado ante la evidencia científica. Hoy cae una de las últimas; y con ello, los datos publicados en la revista PNAS por un equipo hispano-británico aportan datos que sugieren nuevas pistas sobre los otros humanos, los que perdieron la guerra por el planeta.
El principal hallazgo del grupo dirigido por Yolanda Fernández-Jalvo, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, confirma que los neandertales no eran estrictamente cazadores de tierra adentro, uno de los tópicos atribuidos a estos pobladores. Los restos descubiertos en dos cuevas del peñón de Gibraltar revelan que los neandertales empleaban los recursos marinos a su alcance, y que lo hacían con la capacidad de planificación de quien ha estudiado el ritmo estacional de los recursos, del mismo modo que los Homo sapiens. Otro tópico destronado: el pescado no hizo más listos a los sapiens.
Las cuevas de Vanguard y Gorham, situadas al este de la Roca, fueron excavadas por primera vez en la década de 1920 por investigadores británicos. En 1995 se unió el equipo de Fernández-Jalvo. El peñón es un lugar especialmente interesante, ya que anteriormente se han encontrado allí restos de cráneos de una hembra adulta y de un niño que demostraron la presencia de esta especie –que otro de los tópicos asociaba al frío de la Europa central y septentrional– en esta latitud del sur del continente. De hecho, Clive Finlayson, director del Museo de Gibraltar y coautor del nuevo estudio, ya había propuesto previamente que los neandertales sólo se desplazaban al norte durante los periodos más cálidos.
Fernández-Jalvo, junto con Isabel Cáceres, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución, han completado el estudio tafonómico de más de 10.000 restos de lo que fueron los festines de los neandertales. Según Cáceres, la tafonomía estudia “los restos que presentan alteraciones como marcas de cortes con herramientas, lo que nos permite reconstruir la historia de la pieza, cómo se manipuló, se enterró y llegó hasta nosotros”. Entre estas piezas hay huesos de focas jóvenes, que los neandertales cazaban en su época de cría, despojaban de su carne y finalmente rompían para extraer la médula.
En los tres estratos estudiados, los investigadores han hallado también huesos de delfines, quizá de ejemplares varados, así como conchas de mejillones que recogían en un estuario cercano, restos de aves marinas y mamíferos terrestres. Todo ello revela la ocupación de los neandertales desde hace más de 42.000 años hasta hace 28.000, lo que representa los restos confirmados más recientes de la presencia de esta especie.
Según Cáceres, “es posible que la expansión de los sapiens arrinconase a los neandertales en lugares como éstos”. Milenios más tarde, hace unos 20.000 años, el sapiens ocuparía los mismos lugares.
Para la antropóloga de la Universidad de Pensilvania (EEUU) Pat Shipman, que firma un comentario sobre el estudio en PNAS, el neandertal ya no es “el pariente pobre”. Pero si el comportamiento no separaba a ambas especies, “¿qué nos separaba y por qué se extinguieron?”, se pregunta Shipman. Una de las últimas barreras aún vigentes es la del arte: no hay pinturas neandertales. “Quizá no necesitaban representaciones simbólicas”, apunta Cáceres. “O no las hemos encontrado aún”, matiza Fernández-Jalvo, “pero primaba el afán de sobrevivir'. Aunque no lo consiguieran.
En el estudio han colaborado también investigadores del Museo de Gibraltar, de las universidades de Huelva y Granada, del Museo Arqueológico de El Puerto de Santa María y de varias instituciones británicas y canadienses.
En las cuevas se han hallado pequeños utensilios de piedra de la cultura musteriense, típicos de los neandertales. Los habitantes de las cavernas usaban las herramientas para cortar la carne de huesos, como una vértebra torácica de un delfín común o una mandíbula inferior de foca monje mediterránea.
No fue el cambio climático
Se ha especulado que las variaciones bruscas en el clima pudieron provocar o, al menos, contribuir a la desaparición de los neandertales. Un trabajo en ‘Nature’ hace un año sugería que en la época de su extinción no hubo cambios bruscos, lo que relega esta hipótesis.
Podían hablar y eran pelirrojos
La imagen de los neandertales como individuos de aspecto simiesco ha variado radicalmente. En octubre del pasado año se publicaron dos nuevos datos que ayudan a definir el perfil de esta especie. La presencia de un gen humano implicado en la capacidad de hablar indica que probablemente los neandertales también pudieron poseer un lenguaje articulado. Un investigador de EEUU ha llegado a reconstruir sus sonidos. Por otra parte, un trabajo en ‘Science’ dirigido por Carles Lalueza-Fox, de la Universidad de Barcelona, apunta que algunos neandertales tenían la piel clara y el pelo rojizo.
Primos, no hermanos
Un equipo de científicos dirigido por Rolando González-José, del Centro Nacional Patagónico (Argentina), estudió diferentes características de varios cráneos de homínidos para establecer las relaciones evolutivas entre ellos. Sus resultados confirmaron, a grandes rasgos, la hipótesis dominante: que neandertales y ‘H. sapiens’ pertenecen a linajes humanos diferentes. El trabajo se publicó en ‘Nature’ en mayo.
Esperando los genes
El pasado agosto, el científico sueco Svante Pääbo publicó en ‘Cell’ la secuencia de los genes periféricos del neandertal, un aperitivo para el esperado genoma cromosómico completo, que Pääbo prometió para este mismo año.
Entrevista con Yolanda Fernández-Jalvo, investigadora del CSIC
Cada vez se conoce más sobre los neandertales, pero su extinción es todavía un misterio.
Sabemos que eran capaces de organizarse de una forma compleja, que cambiaban de lugar con un motivo concreto y que lo hacían probablemente en grupos pequeños. Tenían una estrategia y fueron un grupo exitoso durante miles de años, aunque lo único que podemos afirmar con certeza es que su estrategia no tuvo tanto éxito como la de Homo sapiens. Las causas de la extinción deberemos buscarlas en otro lugar.
¿No se debió al conflicto entre las dos especies?
No es tan fácil como deducir que una especie presionó a la otra hasta eliminarla. Aunque H. sapiens avanzase, sus poblaciones no eran tan abundantes como ahora. Quizá la organización de ambos fuese distinta. Los neandertales formaban grupos pequeños, familiares, tal vez más aislados, y puede ser que el aislamiento genético y la pérdida de diversidad ayudasen a su extinción. Desde luego, en ello no influyó el acceso a menores recursos; ahora sabemos que tenían acceso a los mismos que H. sapiens y que sabían explotarlos.
¿Cómo lo hacían?
Cazaban y recolectaban. Por ejemplo, los moluscos los recogían en un estuario hoy desaparecido. Y elegían sólo los ejemplares mayores. Tenían gustos de gourmet.
¿Existirá el arte neandertal?
Es posible que sí y que no lo hayamos encontrado aún. Todavía hay restos bajo el agua, porque el nivel del mar varió durante los periodos de ocupación. Pero primaba el afán de sobrevivir; si estaban muy pendientes de la supervivencia y debían compartir estas tareas, tal vez no les sobraba demasiado tiempo para dedicarse a otras cosas.
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