La pregunta circula con insistencia por los ambientes científicos estadounidenses y muy pronto estará en los de medio mundo: ¿está provocando la llegada de la Web 2.0 la creación de una ciencia de segunda generación, que también podríamos llamar Ciencia 2.0? La duda surge de la aplicación a este campo de un movimiento que ya se ha dado en otros, como el periodismo, donde la posibilidad de que el lector también pueda publicar su información o interactuar con las que publica el medio ha forzado la evolución de los formatos y de los propios mensajes. La posibilidad, por tanto, es que ahora sean los científicos quienes vean modificados sus procedimientos de trabajo por la revolución de los blogs, tags (sistema de descriptores informativos) y el networking (trabajo social en red).
La realidad estadounidense muestra el nacimiento de grupos de investigadores que están empleando los nuevos medios digitales para compartir las conclusiones de sus experimentos y generar una discusión rápida con profesionales de otras partes del mundo. Su principio de actuación dice que la ciencia se hace en los laboratorios, pero busca destacar además la importancia de la confrontación de ideas como camino para encontrar con más facilidad los errores. De algún modo, podría decirse que se trata de una actualización de las tradicionales publicaciones en papel, una mejora que incluye la capacidad de respuesta del receptor, acorta los tiempos necesarios para que un trabajo vea la luz y multiplica las opciones de publicación.
La investigación se hace en el laboratorio, pero ahora también se comparten ideas
Y algo más, porque ya no es preciso esperar hasta la conclusión del experimento, sino que también se pueden compartir las ideas y la evolución de los trabajos en marcha. Según indica Andrew Hyde, manager de PLoS Medicine (www.plos.org), una de las webs clave en esta globalización de la ciencia, el secreto del éxito de estos portales 'viene de un cambio de mentalidad. Quienes comparten la información asumen que no están regalando sus logros o compitiendo con otros, sino que colaboran con ellos para alcanzar resultados más rápidos. Y esto puede tener una importancia extraordinaria en campos como el de la investigación farmacéutica, donde el tiempo no sobra precisamente'.
Uno de los primeros sitios de esta revolución digital fue el del proyecto OpenWetWare, creado en el Instituto de Tecnología de Masachusetts (MIT) en el año 2005. Dos estudiantes de Biología de ese centro, Drew Endy y Thomas Night, diseñaron una página web para mejorar la comunicación y el intercambio de datos entre dos laboratorios, una wiki que trabajaba con las mismas herramientas que la Wikipedia: cualquiera podía incorporar o editar contenidos.
Pronto descubrieron que los estudiantes estaban subiendo sus experiencias de laboratorio, compartían las dudas que tenían y preguntaban a otros por las soluciones que no ellos no estaban obteniendo, creando una web colaborativa accesible para todos y desde cualquier lugar. Las búsquedas de Google incorporaban nuevos usuarios y perfeccionaban el modelo. Habían nacido las wikis científicas, una herramienta para el siglo XXI.
OpenWetWare incluye más de 6.100 páginas editadas por 3.000 usuarios
Y es una corriente difícil de frenar. OpenWetWare combina hoy los trabajos de laboratorios de los cinco continentes, incluye más de 6.100 páginas web editadas y cuenta con más de 3.000 usuarios registrados. Pero no es la única, ya que la temprana demostración de la eficacia de esta herramienta para la comunidad científica potenció el fenómeno y alumbró nuevos portales de discusión, como 3 Quarks Daily, Synthetic-Biology o UsefulChem.
Los escépticos han encontrado pronto, en todo caso, algunos flecos con los que atacar a estas nuevas herramientas. El primero de ellos es la falta de rigor que, dicen, tiene un medio en el que todos pueden acceder al contenido y editarlo, sin supervisión académica; es la misma crítica que se hace repetidamente a la Wikipedia. Aunque desde las páginas web se insiste en que apenas han registrado casos de vandalismo de este tipo, también cuentan con un remedio para posibles sabotajes. Las wikis guardan una copia automática de cada página publicada, por lo que retroceder hasta la información correcta es cuestión de un simple click del administrador. Además, no es posible subir contenidos de forma anónima. Todos los usuarios están identificados, también los potenciales vándalos.
Este registro digital sirve, además, para enfrentar la opinión de quienes consideran que la publicación de conclusiones intermedias de la investigación facilita el robo de ideas y la pérdida de los derechos de autor correspondientes. Como indica Hyde, 'la huella digital deja grabada en los registros la fecha de publicación y a quién pertenece la autoría. Es sencillo demostrar, por tanto, a cuál de los usuarios le corresponden los créditos de un descubrimiento. Eso sí añade, si se trabaja para una publicación que quiere la exclusividad sobre el texto y las imágenes o para un laboratorio interesado económicamente en mantener el proceso en secreto, recomendamos que no se prepubliquen datos en la web'.
Desde PLoS, Andrew Hyde quiere dejar claro que no estamos asistiendo 'al final de los procesos de búsqueda y publicación en papel, sino a un movimiento novedoso destinado a crear una ciencia más colaborativa y abierta, participada por muchos y desde diferentes lugares'. Será, pronostica este experto, un camino que encontrará reticencias entre quienes medían cada palabra antes de hacer públicos sus resultados, pero es una revolución imparable y que aportará material, además, para anécdotas simpáticas. 'Algunos alumnos han publicado sus opiniones o críticas con pseudónimo, por si acaso sus profesores se pueden sentir heridos en su sensibilidad y repercutir más tarde en las calificaciones académicas que les ponen', explica.
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