Un ratón modificado genéticamente que muestra la sorprendente capacidad de no desarrollar cáncer, ni siquiera cuando esta enfermedad es estimulada artificialmente por métodos experimentales que aniquilan a los ratones normales. Y por si fuera poco, vive más que sus congéneres. Este nuevo superratón, cuya ficha completa aparece publicada en Cancer Research, es obra de un equipo de científicos de la Universidad de Kentucky (EEUU). El gen responsable del prodigio es Par-4 (por las iniciales en inglés de Respuesta de Apoptosis en la Próstata).
Par-4 no es el primero de su categoría. Al menos 30 genes se han catalogado como supresores de tumores, aquellos cuyos productos pueden realizar funciones celulares muy diversas, pero que tienen algo en común: su inactivación desemboca en la transformación de la célula en cancerosa. Entre ellos, el gen p53 es un viejo conocido de los científicos que induce al suicidio a las células dañadas, a través de un mecanismo llamado muerte celular programada o apoptosis (término que en griego designa la caída de las hojas en otoño).
La función de Par-4, un gen identificado por primera vez en la próstata, es también la de promover la apoptosis interfiriendo con las vías de señalización celular, las cadenas de mensajeros moleculares que transportan hasta el núcleo de la célula las señales exteriores. Según el director del estudio, Vivek Rangnekar, Par-4 dispara el proceso de muerte celular con una especificidad quirúrgica, matando las células cancerosas y respetando las sanas.
El gen Par-4 fue descubierto en 1994 por el propio Rangnekar mientras estudiaba la muerte celular en la próstata de ratas. Desde entonces, el científico de origen indio ha delimitado las funciones de la proteína Par-4 y ha experimentado anteriormente con sus propiedades en cultivos celulares, demostrando que es inocua para las células, siempre que éstas a su vez no alberguen el propósito de agredir al organismo.
Sanos y longevos
El siguiente paso era estudiar el efecto de Par-4 en ratones transgénicos, aquellos que expresan el gen deseado en abundancia y sin las cortapisas de la regulación fisiológica. Según Rangnekar, los ratones modificados crecen con normalidad y sin defectos, e incluso viven unos meses más que los animales de control, indicando que la modificación no es tóxica para los roedores ni les provoca ningún efecto secundario indeseable.
Pero los resultados van más allá. Los ratones de Rangnekar no desarrollan cáncer, ni de forma espontánea, ni siquiera al inducirles esta enfermedad por medio de oncogenes, los adversarios de los supresores de tumores. El investigador ha podido comprobar que este efecto protector se debe a la activación de la apoptosis en las células potencialmente malignas.
Rangnekar reconoce que aún quedan muchos pasos por delante para que este hallazgo encuentre una utilidad clínica, pero se muestra optimista: “Lo más interesante de este gen asesino es su gran especificidad. Hay muy pocas moléculas tan selectivas como ésta”, asegura. Sugiere que, en el futuro, Par-4 podría utilizarse en trasplantes de médula ósea para combatir el cáncer sin los terribles efectos secundarios ni el dolor que acompañan a los tratamientos de quimioterapia o radioterapia. “Cuando ves el dolor que tienen que soportar los pacientes, no sólo por la enfermedad, sino también por la terapia, es atroz. Si no solamente puedes tratar el cáncer, sino además hacerlo sin dañar al paciente, ése es un avance revolucionario. Está ocurriendo con estos animales y es maravilloso”, concluye.
Oncogenes
Son los ‘malos’. En sus formas naturales se llaman protooncogenes y no son dañinos, desempeñando un papel importante en la regulación de los procesos de división celular. Alguien los ha comparado al acelerador de un coche: su funcionamiento normal permite que el vehículo circule, pero si una avería acciona el pedal de forma permanente, el resultado es catastrófico. Cuando un oncogén se activa por una mutación, se desencadena un proceso de transformación maligna. Todos los cánceres poseen algún oncogén activo. Se conocen cerca de 100, entre ellos, ras, myc y src.
Supresores de tumores
Son el pedal de freno que limita la división celular. Al tratarse de una función tan crítica, su pérdida es potencialmente cancerígena. Quizá el más conocido es p53, apodado ‘el guardián del genoma’; un vigilante que obliga a la célula defectuosa a suicidarse. Debido a esta misión como controlador de calidad del organismo, p53 es capaz de prolongar la vida de los ratones, como demostró el español Manuel Serrano.
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