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Fauna silvestre, sexo salvaje

Las hembras de la chinche desarrollan genitales masculinos para que los machos no las penetren por el abdomen

DANIEL MEDIAVILLA

El sexo entre humanos puede llegar a complicarse mucho, pero cualquier variedad se convierte en un ejemplo de práctica serena en comparación con la forma de realizarlo que tienen algunas especies del mundo animal.

Uno de los ejemplos de apareamiento más dramáticos de la Naturaleza lo proporciona la chinche Afrocimex constrictus , que parasita a un tipo de murciélago africano. Los machos nunca utilizan la vagina, clavan directamente su pene en el abdomen de la hembra e introducen su esperma en el torrente sanguíneo, para que desde allí llegue hasta los ovarios.

Para protegerse, las hembras chinches han desarrollado en su zona abdominal un mecanismo de defensa que redirige el afilado pene del macho hacia una esponjosa estructura repleta de células inmunes.

Un macho de chinche en celo no parece ser una compañía agradable, y parece que no sólo para las hembras. Según informa New Scientist, un grupo de investigadores de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) ha descubierto en unas cuevas de Kenia que también los machos han desarrollado su propia versión de la estructura antipene. ¿Para qué la quieren ellos? El hallazgo resultó menos sorprendente cuando se observó que también los machos tenían cicatrices similares a las que les quedaban a las hembras tras la cópula.

Transexualidad bidireccional

Más adelante, los investigadores descubrieron que la historia de la transexualidad del animal no se detenía en los machos. Entre ellas, el 84% también contaba con la versión masculina de los paragenitales. Es más,  eran precisamente estas imitadoras las que menos marcas sexuales presentaban.

Uno de los autores del hallazgo, Klaus Reinhardt, cree que este enredo surgió de sucesivas transexualidades. Los machos comenzaron a lanzarse sobre otros machos, y terminaron por desarrollar unos genitales defensivos femeninos. Como esta adaptación redujo el daño que se hacían los machos entre sí, las hembras cerraron el círculo desarrollando a su vez la versión masculina de sus propios genitales defensivos.

Aunque los científicos han establecido modelos que predicen que las hembras deberían desarrollar distintas morfologías para escapar de la insana atención masculina, ésta es la primera ocasión en que estas transformaciones se observan en los genitales. “Es un ejemplo espectacular de evolución a través del conflicto sexual”, concluyó Reinhardt.

Sexo inseguro

Otro ejemplo de sexo extremo es el que practica la sanguinaria araña saltadora africana Evarcha culicivora . Un estudio elaborado por investigadores de Nueva Zelanda y Kenia, publicado recientemente en la revista Ethology, muestra que las hembras de esta especie están dispuestas a jugarse la vida por perder la virginidad con un macho, siempre que éste sea lo suficientemente grande.

En las relaciones sexuales de estas arañas, el tamaño importa, y mucho: es cuestión de vida o muerte. Los especímenes machos más grandes suelen devorar con mayor frecuencia a sus parejas después del acto sexual. Pese al riesgo, y por motivos que se desconocen, las hembras eligen a los individuos grandes para su primera cópula. Sin embargo, el gusto por el peligro desaparece con la experiencia. Para posteriores relaciones, estas arañas, de aspecto amenazador, eligen a machos más pequeños y menos voraces.

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