Son, quizá, los únicos científicos cuyo deseo es no ver sus resultados. Físicos de varios países trabajan en materiales y modelos teóricos para fabricar una capa que haría invisible cualquier objeto o persona situado en su interior.
La idea se basa en el uso de metamateriales, sofisticados compuestos capaces de desviar los rayos de luz para que describan un rodeo a su alrededor: aquella superficie que la luz
ignora es invisible.
Recientemente, unos físicos suecos y chinos publicaban un diseño teórico en Physical Review Letters, continuando otros proyectos anteriores que buscan hacer realidad esta vieja aspiración humana que ha motivado tantas aventuras en la literatura y en el cine, desde el relato clásico de H. G. Wells hasta el archiconocido niño-mago Harry Potter.
Luz curvada
El ejemplo clásico que esgrimen los científicos para explicar la invisibilidad es el de una roca en el cauce de un río. El agua la rodea para regresar después a su curso y un observador situado corriente abajo no podría conocer la existencia de la roca. Del mismo modo, la luz se curva en torno a la capa, que no refleja sus rayos ni proyecta sombra.
El problema es que para forzar esta curvatura, es preciso que la velocidad de la luz se dispare al sortear el objeto, algo que de acuerdo a los científicos no choca con la relatividad definida por Einstein, y que es posible gracias a los metamateriales.
Se trata de una clase especial de compuestos con propiedades electromagnéticas inusuales, como un peculiar comportamiento de refracción. Una autoridad en la materia, John Pendry, del Imperial College de Londres, precisa que “son capaces de curvar los rayos, siempre que la microestructura del material sea más pequeña que la longitud de onda de la radiación”.
Precisamente, es esta última condición la que tuvieron en cuenta Pendry y su colega David Smith, de la universidad estadounidense de Duke, para publicar el pasado año en Science la obtención de un cilindro invisible a las microondas. Con la luz visible, cuya longitud de onda es mucho menor, se requerirán materiales de nanotecnología.
Debido a ello, el modelo propuesto por el grupo sueco-chino es, de momento, una entelequia: una columna perfecta e inamovible —cualquier movimiento o desplazamiento rompería el efecto— en cuyo interior podría agazaparse el mago, quien por otra parte no podría observar el exterior de su escondite: nada de capas que se ponen y se quitan como un abrigo, y nada de espiar sin ser visto.
Quizá el planteamiento defraude a las mentes más calenturientas, pero es sólo el comienzo. “Estamos aprendiendo nanotecnología. Quizá en cinco o diez años lo tengamos”, dice Pendry.
Y como no podía faltar, la inteligencia militar codicia esta tecnología: el trabajo de Pendry cuenta con el apoyo de DARPA, la agencia de la defensa estadounidense que financia la investigación de aplicaciones bélicas.
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