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Xi Jinping respalda a Putin en un momento clave de la guerra de Ucrania y de máxima confrontación rusa con Occidente

Rusia y China consolidan su alianza con la visita de Putin a Pekín, donde el presidente Xi Jinping ha dejado claro que Rusia no está sola en su pugna con Occidente.

El Presidente de Rusia, Vladimir Putin (i), y el Presidente de China, Xi Jinping (d), en una imagen de archivo.
El Presidente de Rusia, Vladimir Putin (i), y el Presidente de China, Xi Jinping (d), en una imagen de archivo. dpa / Europa press

La cumbre celebrada esta semana entre Vladímir Putin y Xi Jinping revalida la alianza estratégica y económica entre Pekín y Moscú, una asociación que permitirá al Kremlin alargar la guerra de Ucrania sin un desgaste irremediable para Rusia. El apoyo chino a la "economía de guerra" rusa propina una bofetada a las sanciones occidentales y reduce la eficacia de la ayuda militar de Estados Unidos y los países europeos a Kíev.

La visita de Putin, con sendas etapas en Pekín y la oriental Harbin, quita de la cabeza cualquier pensamiento de que Xi Jinping pretenda influir en Moscú para frenar a corto o medio plazo la estrategia bélica rusa en Ucrania, donde el ejército del Kremlin ha consolidado sus posiciones en los territorios anexionados, ha abierto nuevos frentes en la región de Járkov y se prepara para una guerra muy larga que necesita ser apuntalada por una sólida base económica, a la que precisamente puede contribuir China.

Es el segundo viaje de Putin a China en menos de un año, tras su asistencia en octubre de 2023 al III Foro de las Nuevas Rutas de la Seda. Este nuevo periplo es el primero de Putin al exterior tras su reelección en las elecciones de marzo pasado como presidente ruso, y se incluye también en las celebraciones del 75 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre la China comunista y la Unión Soviética.

Putin acudió a Pekín rodeado de una guardia pretoriana económica, pero también de halcones militares y expertos en seguridad. La relación de ambos países con Occidente pasa por uno de los momentos de más alta tensión de las últimas décadas, en el caso chino, por la confrontación comercial y tecnológica con Washington y sus aliados europeos, y en el ruso, por la guerra de Ucrania y la asistencia militar occidental a Kiev.

Contrarrestar a Estados Unidos

En este sentido, los dos líderes no dejaron dudas sobre su estrecha alineación ante Estados Unidos y sus aliados europeos, y apostaron por un mundo "multipolar" (el concepto más citado en esta cumbre) frente a la "vía única" y unipolar de Washington aplaudida por sus acólitos europeos y asiáticos.

En su declaración conjunta, Xi y Putin abordaron la coincidencia de estrategias e intereses sobre un amplio espectro geopolítico, desde la región de Asia Pacífico, con Taiwán como punto de fricción chino con Washington, hasta Oriente Medio y en concreto la guerra de Israel en Gaza y el respaldo sin fisuras de EEUU a Tel Aviv.

"Las relaciones ruso-chinas resisten la prueba de los rápidos cambios en el mundo, demuestran fortaleza y estabilidad, y están experimentando el mejor periodo de su historia", subrayaron los dos mandatarios, que se declararon dispuestos a utilizar esta alianza reforzada para contrarrestar el hegemonismo estadounidense.

Ya de manera abierta y sin la cautela que caracterizó a la diplomacia china en los dos primeros años de guerra de Ucrania, Xi suscribió el jueves con su amigo Putin esa necesidad de "aumentar la interacción y reforzar la coordinación para contrarrestar el rumbo destructivo y hostil de Washington", y su estrategia de "doble contención" de China y Rusia, según rezó la declaración conjunta.

El texto incluyó una severa advertencia contra la proliferación armamentística que ha provocado la guerra de Ucrania y la "extremadamente desestabilizadora" acción de Estados Unidos y sus aliados.

Esta ratificación de la alianza entre China y Rusia es el reto más importante que se le plantea al bloque occidental desde el comienzo de la guerra de Ucrania. Por entonces, apenas cuatro meses después de empezada la invasión, la cumbre de la OTAN de junio en Madrid ya calificó a Rusia como una "amenaza real" y a China como "el desafío mayor a largo plazo para el orden internacional".

Previsible aumento de la presencia militar rusa en mares asiáticos

Entre los acuerdos firmados en esta visita de Putin a China, destaca el aumento de la cooperación militar, con futuras maniobras y ejercicios militares, patrullas marítimas y aéreas, y la mejora del "nivel de respuesta conjunta a desafíos y amenazas".

Este mensaje es para EEUU y vaticina que Rusia intensificará su participación con China en maniobras en los mares de Extremo Oriente. Tal implicación rusa es una de las pesadillas de Washington y sus aliados en la zona, muy preocupados ya por la creciente cooperación entre Moscú y Pyongyang, con el suministro de munición de artillería y misiles por parte de Corea del Norte al ejército ruso.

En cualquier caso, el mensaje más preocupante para Occidente queda en el ámbito económico y en concreto en la cooperación energética. Rusia aumentará el suministro de petróleo y gas natural a China, lo que permitirá resistir a la economía rusa muchos años más de guerra, así como acceder a bienes de consumo básicos para su población.

Cooperación económica que permitirá a Rusia alargar la guerra

"Rusia está preparada y es capaz de abastecer de forma ininterrumpida y fiable a la economía, las empresas, las ciudades y los pueblos chinos con energía, luz y calor asequibles y respetuosos con el medio ambiente", destacó Putin en la inauguración este viernes de la VIII EXPO Rusia-China en la ciudad de Harbin, este del país.

En estos momentos, Rusia es el principal proveedor de petróleo para China, superando en este sentido a Arabia Saudí. Todo como consecuencia del cese de las importaciones europeas de crudo ruso por la guerra de Ucrania y el redireccionamiento de esas exportaciones rusas a China, más baratas y de modo masivo.

El compromiso alcanzado en esta visita de Putin a China para fortalecer la cooperación industrial, electrónica, aeronaval y en otros ámbitos tecnológicos tampoco tranquiliza a EEUU y sus aliados occidentales. Temen las eventuales transferencias chinas a Rusia de tecnología de doble uso, civil y militar que puedan redundar en la industria de defensa rusa, en estos momentos con una capacidad de producción semejante a la de los tiempos de mayor confrontación con Occidente durante la Guerra Fría.

El propio secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, volvió esta semana a acusar a China de suministrar a Moscú piezas y componentes electrónicos que las fábricas de armamento rusas pueden utilizar para la manufactura de misiles de precisión, carros de combate y vehículos blindados.

La invasión de Ucrania ha acercado a China y Rusia como no lo habían estado en muchas décadas

En realidad, los temores occidentales sobre el apoyo chino a Rusia están fundamentados, pero no tanto por el posible suministro de esa tecnología de doble uso, sino por el volumen de los intercambios económicos, que se ha disparado con la guerra. En este sentido, la invasión de Ucrania ha acercado a China y Rusia como no lo habían estado en muchas décadas.

En Pekín, Putin mostró así su satisfacción por la imparable expansión del comercio bilateral y porque el uso del rublo y el yuan en los intercambios económicos ronde el 90%. Para el líder ruso, el comercio bilateral sino-ruso se está blindando "contra la influencia negativa de terceros países" y las fluctuaciones de los mercados de divisas.

Los intercambios comerciales entre China y Rusia alcanzaron en 2023 los 221.560 millones de euros, es decir, un 26,4% más que el año anterior. Ya en 2022, en el primer año de la guerra que ha acercado tanto a los dos países, habían crecido más del 34% con respecto a 2021. Ni las sanciones ni los obstáculos planteados por Estados Unidos y sus aliados europeos lograron afectar un ápice a esta relación económica bilateral, más bien avivaron su fortalecimiento.

Por eso, no es de extrañar que la Casa Blanca acusara el jueves a China de doble rasero, al pretender mantener relaciones "buenas, sólidas y más profundas" con Europa, a la vez que sostiene con esos intercambios "a la mayor amenaza para la seguridad europea en mucho tiempo". Estas declaraciones evidencian la creciente inquietud estadounidense ante la entente sino-rusa, no solo en el ámbito de la seguridad, sino sobre todo del económico.

¿El fin de la guerra? Todavía no

En una comparecencia de prensa tras la cumbre del jueves, el presidente chino indicó que tanto él como su homólogo ruso consideran que la única salida "correcta" a la guerra de Ucrania pasa por "una solución política".

Pero insistió en que el paso necesario para avanzar en ese sentido sería una conferencia internacional "reconocida por las partes". Con esa puntualización, Xi de facto estaba dudando de la eficacia e incluso la razón de ser de la conferencia que en junio tendrá lugar en Suiza, promovida por Ucrania y Estados Unidos, pero a la que no se ha invitado a Rusia.

Está pendiente la participación china en esa conferencia de paz. Si asistiera Xi o una representación de Pekín, no implicaría en todo caso un obligado respaldo chino a las posiciones de Ucrania.

Si en un principio de la guerra, el Gobierno chino reconocía la inviolabilidad de la soberanía territorial de los países, sin mencionar expresamente a Ucrania, más de dos años después la participación occidental en la contienda, cada día más abierta, ha moderado ese pensamiento de Pekín y lo ha acercado más a los postulados rusos de anteponer la seguridad regional a la inviolabilidad de las fronteras.

En estos momentos, en Pekín prevalece el respaldo a las vías "constructivas" para la solución del conflicto y tal camino no excluye de facto una eventual partición de Ucrania si no se asegura la neutralidad de este país para evitar futuros problemas con Rusia.

También está presente en el discurso chino la necesidad de evitar la "mentalidad de Guerra Fría" que prevalece en Europa y que ha convertido la crisis de Ucrania en un campo de batalla entre la "democracia" occidental y el "despotismo" euroasiático. Unos planteamientos occidentales un tanto paradójicos cuando se comprueba que solo el militarismo y las cuentas de las empresas armamentísticas, especialmente las estadounidenses, se han beneficiado del choque entre Occidente y Rusia en torno a Ucrania.

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