Dominio público

Polarización política en la UE: el caso eslovaco no es una excepción

Ruth Ferrero- Turrión

Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM

El primer ministro de Eslovaquia, Roberto Fico, durante el 79 aniversario de la liberación de Bratislava.- Jaroslav Novák / TASR / dpa
El primer ministro de Eslovaquia, Roberto Fico, durante el 79 aniversario de la liberación de Bratislava.- Jaroslav Novák / TASR / dpa

El brutal ataque contra el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, ha dejado conmocionadas a las sociedades europeas apenas tres semanas antes de ser convocadas a las elecciones al Parlamento Europeo. De manera inmediata se han activado todas las alarmas puesto que era la primera vez, desde el asesinato de Olof Palme, que se vivía en Europa un intento de magnicidio. Este episodio se suma otros tres que se han sucedido en Alemania contra políticos del partido socialista, como el eurodiputado Matthias Ecke, y de los Verdes alemanes, en este caso la también candidata Yvonne Mosler atacada en la ciudad de Dresde al grito de "Heil Hitler". Si bien estos episodios no están relacionados entre sí, lo que parece evidente es que todos ellos se muestran como un síntoma de una crisis profunda por la que atraviesan desde hace ya tiempo las democracias liberales, y, además, hacen su aparición unas semanas antes de que tengan lugar las elecciones al Parlamento Europeo. Y ese síntoma deriva de un concepto que, de manera recurrente, se lee en la prensa y se escucha en las radios, la tan traída y llevada polarización. 

Efectivamente, los procesos de polarización y crispación en los que nuestras sociedades se encuentran ensimismadas hacen que esa tensión se traslade de manera inevitable desde las tribunas hasta la gente de a pie. La utilización política de prácticamente cualquier cuestión que pueda servir de palanca para tener una mayor presencia mediática e incendiar las tertulias se usa sin ningún pudor. Y en ese contexto se generalizan discursos de odio extremadamente agresivos que llevan a la polarización de las sociedades. El arte del diálogo y la negociación se han perdido por el camino. Los temas se abordan desde una cuestión de blancos y negros, del estás conmigo o estás contra mí. De lo que el profesor Xavier Coller en su libro ha denominado "La teatralización de la política en España" y que expone cómo la necesaria convivencia entre el conflicto y la cooperación en el marco de la política ha dejado de existir, al menos de cara a la ciudadanía, mostrando su cara más descarnada incluso con grandes dosis de violencia simbólica. El tensar tanto la cuerda como para trasladar esa violencia a las calles es sólo cuestión de grados. 

Durante los últimos años, en un contexto geopolítico convulso, especialmente con el trasfondo de la invasión rusa de Ucrania, todas los procesos de toma de decisiones que tenían y tienen su origen en Bruselas y su destino en la frontera oriental se han adoptado en términos de blancos y negros, sin matices. Del estás conmigo o contra mí, o eres un peligroso/a putinista o una pendenciera otanista. De nuevo lo volvemos a vivir en el contexto de la guerra en Gaza. Porque si las cuestiones nacionales polarizan, las internacionales, especialmente, cuando lo que está en juego son intereses de actores poderosos, lo hacen aún más. Paradójicamente lo que no debería dividir sería la defensa cerrada de los derechos humanos y el derecho internacional y, sin embargo, cuando son atravesados por intereses espurios el efecto divisivo es mucho mayor.  

El caso eslovaco en este sentido es especialmente ilustrativo. Eslovaquia es uno de los países mas polarizados de toda Europa. Según los datos de V-Dem y de Digital Society Project, la polarización política eslovaca, junto con la utilización de los discursos de odio, ha ido escalando hasta situarse en el top tres de los países de la UE, inmediatamente detrás de Hungría y Polonia que ocupan los primeros puestos. Esta trayectoria no hacía presagiar nada bueno cuando en el otoño de 2023 Robert Fico alcanzó por cuarta vez la victoria y se convirtió en el nuevo primer ministro, uno de los más polémicos del país. Su discurso se ha alineó casi de manera natural con el de su colega húngaro Viktor Orban, caracterizado por su ultranacionalismo y su crítica a las posiciones adoptadas por parte de la UE en relación con Ucrania.  Así, buena parte de su campaña electoral se sostuvo sobre un discurso que abogaba por la consecución de la paz, apoyándose en una sociedad, la eslovaca, que es una de las más pro-rusas de la región.  


Este posicionamiento no fue bien visto por Bruselas, pero aún lo ha sido menos, cuando comenzó a poner en marcha reformas legislativas que afectaban al Código Penal o la Ley de Competencia, así como al desmantelamiento de la Cadena de Televisión Pública en directa colisión con la nuevo Reglamento de Medios Europeo. Fico continuó, además, teniendo un discurso provocador, con acusaciones directas hacia jueces del Tribunal Supremo. Todo ello lejos de cohesionar, ahonda aún más las profundas fracturas pre-existentes en la sociedad eslovaca desde la misma creación del Estado. 

En todo caso, sin duda, uno de los temas que más ha incidido en esta cuestión ha sido el de la guerra en Ucrania, una cuestión que ha polarizado sobre manera a toda Europa. La hipótesis de que el agresor haya actuado sólo cada vez gana más peso, si bien ha habido quien lo ha relacionado con grupos extremistas como el Slovenski Branci, lo cierto es que sus conexiones con dicho grupo tienen su origen y final en el año 2016 y estuvieron vinculadas a la crisis de refugio. Lo siguiente que se sabe de esta persona es que se ha manifestado contra el gobierno de Fico por su posición en relación con Rusia, la última de ellas a finales de abril. Parece que ha sido precisamente esto lo que ha provocado la agresión. Ni organizaciones ultranacionalistas, ni radicales de ningún tipo, un simple escritor de una pequeña población rural del interior de Eslovaquia pensó que esta era la única manera de hacer política 

Este intento de magnicidio nos tiene que hacer reflexionar sobre el impacto que las hipérboles y la violencia simbólica que se emplea en multitud de ocasiones, lamentablemente, cada vez más, tienen en nuestras sociedades. Es urgente para alcanzar una buena salud democrática bajar lo decibelios y apostar por soluciones dialogadas a los conflictos, a los políticos, pero también al resto. Piénsenlo. 


Más Noticias